El botín

El fenecido militante independentista Carlos Gallisá solía decir que a quien único le cambia la vida el día de las elecciones en Puerto Rico es a los que, dependiendo de quién gane, saben si los próximos años serán de vacas flacas o de vacas muy, muy gordas.Esa era cuando la decía, y la sigue siendo hoy, una verdad tan grande y tan pesada como cualquiera otra que se haya dicho con respecto a este país que amamos y sufrimos.La vida colectiva aquí lleva décadas deteriorándose a un nivel que no queda mucho de lo que una vez se dio por llamar la "Perla del Caribe", la isla de la que, dicen, era la envidia de sus vecinos cercanos y lejanos.No ha habido elección en los últimos 40 o 50 años capaz de detener ese descenso tumultuoso y atropellado que nos tiene hoy frustrados y enconados, en bancarrota, más dependientes que nunca, tutelados desde el extranjero por un organismo antidemocrático, con la economía en ruinas, viviendo entre precariedad, carencias, violencia y apagones.Pero, aun en medio de la gran devastación, hay a quien la vida no deja de acariciarlo. Por ejemplo, a los muchos que viven pegados de los partidos que ganan elecciones.Para esos, el día después de los comicios se nace a una nueva vida de gozo y prosperidad o se sabe que van camino a un túnel húmedo, oscuro y con murciélagos. Se llega a algo parecido a la tierra de la que manan leche y miel de las que nos hablan los cristianos. Solo que en esta lo que manan son dólares y centavos multiplicados como panes y peces.Se han documentado muchísimos casos de gente que, trasnochada por la celebración de la victoria, van corriendo al Departamento de Estado a registrar las nuevas corporaciones con las cuales esperan cosechar en abundancia. Pasa en cualquiera de los dos partidos que han gobernado.En las acusaciones de corrupción que de vez en cuando nos sacuden desde el gobierno de Estados Unidos no falta nunca el relato de alguien que registró una compañía días antes de empezar a nadar en fondos públicos.Por ese hoyo caen millones y millones y millones de dólares de los que después no hay para, por ejemplo, las terapias de los niños y niñas de educación especial, que son el grupo más vulnerable y, a la vez, el más salvajemente abusado por la institucionalidad aquí.Los que pierden las elecciones, en cambio, saben que, como a los osos, les toca hibernar durante el largo invierno de cuatro años.A algunos les leyeron cuando niños el cuento de la hormiga y la cigarra. Al igual que la hormiga...

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