''El boxeo destruyó mi familia''

Por José A. Sánchez Fournier

jose.sanchez@elnuevodia.com

Su administrador, Evangelista 'Cano' Cotto observa silente a los muchachos.

En el edificio no hay evidencia de su pasado esplendor, cuando era la sede de los entrenamientos de Miguel Ángel Cotto Vázquez, el mejor peleador boricua de la última década. Ni un afiche, ni una foto. Solo una imagen de su padre, el fenecido árbitro aficionado Miguel Cotto Carrasquillo, cuelga encima del umbral de la oficina de Cano, su hermano menor y tío de Miguel Ángel. La efigie parece vigilar desde lo alto el lugar que fue la segunda casa de los Cotto, el centro de mando del clan cagüeño por mucho tiempo. Pero hoy día -tras una agria ruptura familiar en 2009- solo Cano sigue allí.

"El boxeo destruyó mi familia", dijo recientemente Cano, quien sufre de leucemia hace cuatro años.

"Me diagnosticaron la semana después del altercado aquí", recordó Evangelista, refiriéndose al 9 en abril de 2009, día en el que -en medio de una agria discusión en el gimnasio- se fue a las manos con su sobrino. El incidente puso fin a una estrecha y en ocasiones tumultuosa relación familiar y profesional de varias décadas.

La trifulca también quebró la unión entre Cano y su hermano mayor, quien murió en enero de 2010, sin que se diera la reconciliación. El "perdón" que nunca se dijo le pesa al entrenador cagüeño.

"Todo sucedió tan rápido que no pudimos hablar", lamentó el menor de los fraternos que administraban al unísono el gimnasio de Bairoa.

"Mi hermano y yo corríamos el gimnasio perfectamente. Nos conocíamos. Él cogía un área, yo cogía la mía y corríamos muy bien el gimnasio. Cuando íbamos a la pelea, cada cual sabía su función", indicó Evangelista.

"Ese es el más que yo he extrañado. Yo no extraño a boxeador alguno; te estoy hablando en términos boxísticos", agregó. "Al que extraño es a mi hermano". Cano admitió que lamenta estar alejado de sus sobrinos José Miguel y Miguel Ángel, así como de los hijos de ellos.

"Esos chicos (los hijos de Miguel y José) eran locos conmigo. Yo hace unos años que no interactúo con ellos. Y esas cosas se han perdido", dijo. "Ellos si me ven, pues no se acercan si yo no me acerco. Yo, como el adulto que soy, me acerco y los saludo, les doy la bendición y un beso. Pero ellos, por la corta edad que tienen, pues quizás no se atreven".

"No los extraño solo a ellos sino a todos, sus mamás, los hermanos, todos. Era toda una familia aquí (en el gimnasio). Se extraña, se extraña. Aquí se trabajaba y...

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