Un Brasil colonial

BRASIL

Por Pablo Hacker

A la mañana siguiente, la quietud sigue siendo una característica principal y en la entrada de una de las trece iglesias de la ciudad se escucha el mismo tema de la cantante pop norteamericana.

Si hubiera que adivinar en qué país se está, probablemente pocos arriesgarían que se trata de Brasil, a 400 kilómetros de Río de Janeiro. Pero la realidad indica que ese pasaje de la noche a la mañana transcurre en Ouro Preto, ciudad colonial en el estado de Minas Gerais, a casi 100 kilómetros de Belo Horizonte, la capital estadual.

Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, este pequeño reducto de coloridas casas bajas, calles de piedra y paisajes sinuosos se asemeja más a una aldea europea de otros tiempos, sin ciertas características brasileñas tan familiares para los argentinos.

En Ouro Preto, cuyo mayor esplendor data de los tiempos en los que la búsqueda de oro no cesaba en esta zona, se puede pasar más de un día entero sin escuchar una canción de música brasileña. Tampoco nadie sentirá los aromas a especias o aceite de coco, olores más característicos de aquellos destinos turísticos como Río de Janeiro o Bahía. La clásica comida callejera no está y, obviamente, no hay playa. La oferta culinaria, en cambio, muestra restaurantes más sofisticados de comida mineira, donde se sirve el feijao tropeiro , que lleva porotos, arroz y, además, panceta, huevo, cebolla y harina de mandioca. Se trata de otro Brasil, pero con historias igual de interesantes, bellos paisajes, arte barroco y caminos de piedra que invitan al visitante.

Fundación de Villa Rica La historia de Ouro Preto (su primer nombre fue Villa Rica) se remonta a finales del siglo XVII. Los primeros en acercarse a la región fueron los Bandeirantes, que se dedicaban a la caza de indios para el mercado de esclavos. Hasta que un mulato, sediento, se acercó a un río serrano y en un recipiente juntó agua. Luego de tomarla, contempló que en su vaso había unas piedritas negras, las cuales fueron a parar a las manos del por entonces gobernador de Río de Janeiro, que descubrió que se trataba de oro recubierto por una capa de óxido de hierro. Desde entonces, distintas expediciones partieron en busca del pico de Itacolomi en las sierras de Mina Gerais, sitio que se convirtió en objeto de deseo.

Quien dio con el lugar fue el grupo comandado por Antonio Dias de Olivera, en 1698. Fue cuando desde diferentes partes de Brasil se volcaron hacia la actual zona de Ouro Preto...

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