El buen vivir

Por Lilliam Irizarry

Especial para El Nuevo Día

La crisis emocional de la separación la llevó a luchar ocho años por la co-administración de los bienes gananciales. Pero, tras buscar fortalezas en la vía espiritual, ejecutó "un acto de desapego grande" al transar por una finca de 63 cuerdas de terreno en Morovis donde ahora se cuece un nuevo Puerto Rico y una nueva humanidad.

"Tenía la opción de quedarme con propiedades, con corporaciones, pero me pregunté: '¿qué yo necesito para vivir?'. Me di cuenta de que lo que yo necesitaba era un lugar donde tuviera paz y donde pudiera recibir gente que quisiera desarrollarse a través del contacto con la naturaleza", recuerda sobre los inicios de lo que ahora se conoce como Misión Alborada, un proyecto sin fines de lucro que promueve la vida sostenible y enseña a construirla en comunidad.

A través de Misión Alborada Foundation Ministries, Otero y sus socios trabajan el mejoramiento espiritual, social, económico y ecológico de las comunidades mediante la concienciación de sus individuos.

"Entre las cosas que enseñamos aquí hay técnicas alternativas para que la gente facilite el proceso de satisfacer sus necesidades básicas y entonces piense en su autorealización, que piense 'qué yo en verdad quiero y deseo hacer con mi vida y cómo yo puedo contribuir al desarrollo de mi comunidad'", expresa.

En la finca se ofrecen todo tipo de talleres de crecimiento personal y agricultura ecológica, entre otros temas. Allí lo mismo tomas un curso de yoga o de plantas medicinales que aprendes a diseñar y mantener un huerto urbano o a desarrollar una vivienda ecoamigable. Además, Misión Alborada incuba proyectos acordes con sus objetivos y le da a sus creadores un espacio de convivencia para que los desarrollen.

"Lo que pretendemos hacer es una escuela donde la gente pueda venir a conocer lo que son las destrezas sostenibles, desde los baños de composta hasta la agricultura ecológica y las construcciones ecoamigables, pero que lo vivan y lo hagan. Es una escuela práctica", sostiene.

La expresidenta de la Asociación de Dueños de Laboratorios Clínicos desea que su finca sea un prototipo para la gente que necesita "ver para creer" que es posible vivir de una manera más simple, más feliz y en más armonía con la naturaleza. Y quiere que sus vecinos digan "caramba, si ella puede tener un huerto y alimentarse de ahí, recibir personas y educar personas, pues yo puedo hacer lo mismo".

Su sueño...

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