Bueno

Carmen Graciela Díaz

Cuando Juan Gelman murió el 14 de enero, pensé en la valentía de una batalla a pesar de los huecos emocionales o físicos que nos taladra el caminar. El poeta argentino pudo haber doblado las rodillas ante el dolor de que la dictadura militar le desapareciera a su hijo, pero siguió por la enjundia que sólo puede ofrecer el ejercicio de la escritura a pesar de esa ausencia que nunca abandonó su mirada.

Su vecino, el poeta mexicano José Emilio Pacheco, se fue unos días después, el 26. Una legión de escritos ha salido sobre el legado de su obra, y en casi todos no se desatiende al señor humilde que se le notaba la bondad si se le miraba a través de aquellos espejuelos grandotes.

Pacheco le rindió tributo a Gelman tras su partida en la revista Ñ donde señaló que la vida de su amigo tuvo la recompensa de encontrar algo "que ya casi no existe: un final feliz". A Pacheco le importaba la felicidad y tal vez su muerte duele, como la de Gelman y otros que...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR