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Un texto es antisemita, no porque hiera la sensibilidad del grupo de personas aludido, sino porque adquiere o reproduce ciertas formas y estereotipos bien estudiados. Y estos han sido tan analizados porque condujeron al exterminio sistemático de seis millones de judíos en Europa -amén de las persecuciones y pogromos a lo largo de siglos.

Del mismo modo, el hecho de que alguien (un medio, un periodista) advierta que su texto no cae dentro de dicha calificación por el mero hecho de que nunca escribiría o publicaría un artículo semejante, es una falacia lógica que no hace que el texto aludido efectivamente no sea antisemita.

Ahora bien, ¿Por qué el artículo de opinión en cuestión, firmado por Wilda Rodríguez, titulado elocuentemente “¿Qué quiere “el judío” con la colonia?”, y publicado por el diario puertorriqueño El Nuevo Día es antisemita?

La columnista encontraba un culpable muy específico de la falta de respuesta del Congreso de Estados Unidos a la crisis puertorriqueña:

“El Congreso finalmente hará lo que quiera “el judío”, como le llaman vulgarmente al prototipo del verdadero poder, sin pretender ofender a los religiosos de esa vertiente”.

“¿Y qué es entonces lo que quiere “el judío” hacer con la colonia?...

Pienso que lo que nos dedica “el judío” en su cargado itinerario sobre guerras y ganancias no es suficiente para llegar a conclusiones”.

Llama poderosamente la atención que la columnista, para justificar o validar estos párrafos, recurra a una supuesta opinión individual -que automáticamente se convierte en el parecer de todo un país- publicada “hace más de veinte años” por el diario israelí Ma’ariv. Primero, porque si bien es un diario conocido en Israel, no lo es en el exterior, donde el Ha’artez suele ser el medio de referencia. Y en segundo lugar, porque...

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