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Los historiadores del futuro podrán identificar el año 2017 como el período más crítico que ha vivido la Universidad de Puerto Rico.

Aquí predominó la hipocrecía, el fanatismo, la incapacidad, las ambiciones de poder y la anarquía.

El primer villano ha sido la Junta de Supervisión Fiscal que sacando pecho y con jactancia anunció que le reducirían unos $500 millones del presupuesto de la institución.

En segundo lugar, los estudiantes asumieron, en sus comienzos, una posición valiente y honrosa, aunque carente de bases legales o morales para cerrar los recintos. Pero son los únicos que deciden dar cara y retar a la Junta.

Con el pasar de las semanas su norte, sus objetivos se confunden y se desvían de lo que fueron actos meritorios y los convierten en un caos con demandas que nada tienen que ver directamente con la UPR como es el auditar la deuda fiscal.

En tercer lugar están los administradores que demostraron inseguridad, miedo y ausencia de liderato.

En las negociaciones los líderes estudiantiles fueron más convincentes y agresivos.

En cuarto lugar la facultad y el personal no docente fallaron en jugar un papel protagónico. Sus dirigentes se limitaron a respaldar a los estudiantes sin avalar los méritos de las acciones y sin considerar que los objetivos y filosofías de ambos grupos son disímiles.

En quinto lugar el gobierno del país...

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