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L eí con interés esta semana el artículo de la periodista Leysa Caro y la columna de Mabel T. López, presidenta del Colegio de Trabajadores Sociales, ambos sobre los problemas que aquejan a los envejecientes y los retos que encara el Departamento de la Familia.Soy trabajadora social retirada y por 35 años laboré en un hospital del área metropolitana. Los últimos 15 años trabajé directamente con la población geriátrica del país.Las realidades que la periodista plantea son las que viví por muchos años. Quiero contarles la experiencia que muchas veces mis colegas y yo enfrentamos tratando de servir a esta población.El Departamento de la Familia es el responsable de atender las necesidades de las poblaciones en desventaja, siendo una de ellas los envejecientes. Lamentablemente y por diversas razones, los servicios no son ágiles y tampoco muchas veces responden a las necesidades de los que sirven. En muchas ocasiones referí situaciones a la línea de emergencia porque las circunstancias eran críticas y era necesario tomar acción y proveerle servicios de protección al envejeciente.En la mayoría de las veces la acción era sumamente lenta, aun en el caso de personas admitidas al hospital que no podían por sus situaciones volver a su hogar. En otras ocasiones los servicios ofrecidos no llegaban.Cuando se llamaba a dar seguimiento las excusas eran...

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