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Después del huracán, los residentes del Viejo San Juan acudimos a los lugares que solíamos frecuentar en busca de alimento. Como si los dueños y empleados de los negocios no hubieran sufrido daños, como si fuera tan sencillo reiniciar operaciones sin agua y electricidad. Guiados por nuestros estómagos y necesidades, por una parte, y huérfanos de información sobre los destrozos en otras zonas, hicimos abstracción de lo sucedido y acudimos a cafeterías y restaurantes con la expectativa de encontrarlos abiertos.

Dos días después del ciclón, vimos subiendo la cuesta de la calle Cruz a empleados de la cafetería El Mesón. Llegaron con sus uniformes, habiendo recorrido vías llenas de árboles y postes derribados para cumplir su trabajo. Organizados, como siempre y ahora más que nunca, abrieron sus puertas y nos ofrecieron su menú casi completo con la amabilidad y la sonrisa de siempre. También lo hicieron los empleados de Chocolate Cortés, quienes improvisaron un menú de desayuno y almuerzo. Y qué decir de Manolín, que reanudó sus operaciones a toda capacidad con una energía positiva y contagiosa. Barrachina y uno de los quioscos de la Plaza de Armas también se unieron al grupo de valientes dispuestos a operar en condiciones de emergencia.

Y aunque la crisis sigue, Starbuck´s, Vaca Brava y Triana luchan día a día por darle vida a la ciudad. Otros negocios también han abierto con el paso de los días, según sus...

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