Caballero andante sin desmayo

TINA CASANOVA

Especial para El Nuevo Día

voca su niñez disfrutando de campos, árboles, flores y mariposas. Son los recuerdos de su Barrio Macaná en Guayanilla. Ahí llegó a los 5 años desde su Ponce natal.

Cuando terminó su escuela superior -es producto total del sistema público de educación- Enrique Vázquez Quintana quería estudiar medicina. Un maestro de la escuela donde estudiaba acompañó a su padre a solicitar de Ramón Enrique Bauzá, senador popular, una beca. "Aquí vienen muchos que quieren ser doctores, pero ninguno llega a parte alguna". Y no lo ayudó. Aquel senador no sabía que estaba frente a un Quijote ansioso por enfrentar molinos o gigantes.

Sin beca se fue a San Juan. Vivió con una tía mientras hacía su bachillerato en la UPR a fines de los 50. Estudiando los veranos terminó los requisitos de premédica economizando un año. Lo aceptaron en la Escuela de Medicina de la UPR. Hizo internado rotatorio por las disciplinas mayores: Medicina, Pediatría, Obstetricia, Cirugía. Luego cinco años de cirugía, siempre en el Hospital Universitario de Río Piedras.

Se graduó siendo miembro de la sociedad honoraria Alpha Omega Alpha donde escogen el 10% de los mejores estudiantes todos los años. Casado con Margarita, padres ambos de cinco hijos, lo llamó el servicio militar. En Fort Polk, Luisiana cumplió un año; otro, en Vietnam. Ahí lo asignaron a un hospital. "Las guerras, como todas ellas, son atrocidades y muerte" reflexiona. Se retiró con rango de mayor en 1970.

Al regreso entró a trabajar como miembro del departamento de cirugía de la Escuela de Medicina de la UPR, a cargo del Programa de Adiestramiento de Residentes en la especialidad.

Un momento difícil de su carrera fue cuando, siendo aún residente, tuvo que operar a un pelotero de una fractura deprimida de cráneo por un batazo, siguiendo las recomendaciones que por teléfono le daba el neurocirujano.

Ya en 1993 se convierte en el secretario de Salud por el periodo más corto en la historia. Su quijotesca manía de enderezar entuertos lo llevó a negarse a firmar un contrato nebuloso con el Instituto de Harvard para comenzar la reforma de salud en la Isla, motivo para que lo relevaran de su cargo.

Esta quijotesca actitud le dio gran exposición y le ganó la simpatía del pueblo. Anteriormente en 1989, cuando era director, "por oponerme a que separaran la Unidad de Trauma del departamento de cirugía también me botaron", alega como el muchacho que cuenta una travesura. En el 98 se retira de la...

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