Cada árbol tiene su cuento

Por Ana Teresa Toro

ana.toro@elnuevodia.com

Caminar de carpa en carpa, olfateando ramas y extrañándose ante el plegoste en los dedos que provocan las recinas. Los señores que vendían los árboles de Navidad tenían el aire de la gente de circo, esa gente que entiende que en la vida nada es para siempre, que todo pasa y que aún así vale la pena. Por eso vendían como la joya más cara los árboles cortados, ya empezando a morir, cuyos troncos y ramitas nunca entenderían el calor húmedo del trópico. Luego de serias ponderaciones aparecía el elegido que nos esperaba en la esquina envuelto en una malla blanca de lo más provocativa.

Si llegar era una cosa del más allá, regresar era -digamos que- del más acá. Pues la ansiedad de que con cada curva, cada viento o simple movimiento del carro pudiera caerse el árbol, era insoportable. Pero nada se disfruta sin suficiente expectativa. Así que el sufrimiento del camino hacía más grande la fiesta de la llegada.

Sacarlo del techo era un bautizo de hojitas. Ajustar el tronco, colocarlo en la base, verlo erguido y empezando a abrir era una experiencia. Varias bombillas y adornos después (incluidos los corazones de cristal que tanto detestábamos mi hermana y yo) llegaba la hora del encendido. No sin antes haber puesto el Nacimiento -con destaque a los Reyes Magos- en la falda del árbol. Solo entonces, apagábamos las luces y prendíamos el arbolito. Amanecía y olía a pino, un olor raro que ocupaba toda la casa. Era un olor ajeno, pero estando en casa se sentía tan propio.

Hoy cuando veo a la gente mirar con rigor militar las dimensiones de los arbolitos, veo las fotos de esos años y me doy cuenta de que los árboles que idolatro serían hoy día un adefesio navideño. Pero los recuerdo y sonrío, porque comprender que el pasado a veces es deforme, pero nos hace quienes somos es parte de vivir alegres hoy en tiempos de arbolitos giratorios o perfectamente simétricos.

Un fin de semana como este muchas familias y muchos boricuas -en general- saldrán a comprar su arbolito. Lo decorarán, tendrán su encendido y depositarán en él la ilusión de que el próximo año será mejor. Por eso hoy compartimos contigo los cuentos más graciosos, curiosos e inesperados que familias puertorriqueñas nos relataron alrededor de este protagonista de la época festiva. Así que sin más, te cuento, los cuentos del arbolito...

Cuento 1:

Aquel árbol parecía de revista con sus adornos exquisitamente combinados. El blanco predominaba y el moño de la...

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