La calle al revés

EDGARDO RODRÍGUEZ JULIÁ

ESCRITOR

Quitándole las vestimentas del emperador al arte contemporáneo -lo mierda que es- la señora va a atener a las filas del desempleo. Esta mujer proletaria inadvertidamente nos muestra esa carencia de verdadero oficio en casi todo el arte actual: basta que a alguien se le ocurra una idea, o un "concepto" y, ¡eureka!, se trata de una obra de arte y un artista.

Es por eso que siempre pensé en la música como un antídoto contra el fraude. Primero es necesario dominar el solfeo, luego tener el don innato que llamamos oído, sólo entonces pasar horas frente a una partitura, ensayando ese talento que con el tiempo puede convertirse en destreza, oficio y, quizás, algún día, en genio.

Pero entonces ocurrió que los puertorriqueños inventamos el reguetón y, como siempre, cogimos el atrecho al Puerto Rico lo hace mejor, como ocurrió con el Estado Libre Asociado y ocurre con Calle 13. Somos país a medio hacer y creamos esta horrible música -el reguetón- a mitad de camino entre una predecible y machacona cantaleta y la rabia lumpen. O como decía Orwell en 1984 del "hate music": "It had a savage barking rhythm which could not exactly be called music, but resembled the beating of a drum".

La popularidad global de Calle 13 sólo es prueba de que el gusto actual está en el mero "anus mundi".

Veo en YouTube la Sinfónica Juvenil de Venezuela -proyecto musical del maestro Abreu muy anterior a Chávez- bajo la batuta del genial joven director Gustavo Dudamel, acompañando a Calle 13 en un número que se titula "Latinoamérica". Y frente a mí se contrasta el difícil camino de muchachos de barriada venezolana que dominaron el solfeo y chamacos frescos de la clase media puertorriqueña, versión Trujillo Alto, que asaltaron la fama de los nueve Grammys latinos. Dudamel dirige con bríos la orquesta juvenil mientras René -que nos sorprende con su inseguridad rítmica- intenta ser el solista de este "concierto" obviamente auspiciado por el autócrata de Chávez y su petróleo -sólo a René le faltó ponerse por el cuello el blin-blin o medallón de la República Bolivariana- en que nuestro reguetonero mayor le hace honor a esa simplista visión de Latinoamérica inaugurada por Eduardo Galeano y sus venas abiertas, y que más o menos puede resumirse así: miren lo que el maligno imperio yanqui nos ha hecho, que nos ha...

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