El camino de la corrupción

Premio Planeta del 2015, esta es una novela desigual que transita por un terreno minado: la desintegración social y moral de una sociedad reflejada en la trayectoria de un individuo que alcanza la degradación más absoluta mientras se va absolviendo a sí mismo de las decisiones que lo llevan a ello. Narrada en primera persona por los diferentes personajes que configuran la trama, cada uno toma la voz cantante cuando interviene en la acción, ofreciendo la explicación de sus motivaciones. Por eso mismo -por tantas introspecciones y explicaciones, incluyendo la sugerencia de un paralelismo con “Crimen y castigo”- el ritmo narrativo es lento y pesado, discursivo y repetitivo, regodeándose excesivamente en detalles sórdidos. A pesar de todo, se ofrece aquí el panorama de una sociedad en decadencia que carece de valores, criterios, principios y moral. “No hay caminos. No hay destinos. Campo abierto”, dice Javier, el personaje principal masculino, en una ocasión.

La trama gira en torno a un hombre y una mujer. Se trata de una estructura narrativa dual y paralela en la que cada uno de los protagonistas se ve, a la vez, acompañado por una amiga en el caso de Irene Sancho, la mujer, y de un amigo en el caso de Javier. Los protagonistas pertenecen a mundos distintos: Irene es una empresaria rica y dedicada a la gerencia del negocio heredado de su padre. La conocemos cuando la abandona el marido y se encuentra desorientada en una vida que siente vacía y sin propósito, por lo cual acude a la compañía de una amiga, también divorciada, que la introduce a un mundo muy poco convencional.

Javier es profesor de secundaria y vive una existencia anodina, con pequeños placeres y ambiciones no menos pequeñas. Cuando lo despiden del trabajo se desmoraliza por...

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