La otra cara de la moneda

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-¡Verdeeee, la luz está verdeeeee! ¿A tí qué te pasa? ¿A quién se le ocurre cruzar entre los carros sin mirar?

La mujer con la espalda encorvada que pedía "la ayudaran con alguito" en pleno semáforo, rebasó todas las tendencias pacifistas de Milimari. Por poco la mata.

La divisó a lo lejos tan pronto se sumó a la fila de autos que esperaban el cambio de luz pero la perdió de vista cuando le texteó a su amiga Omayra que ya iba de camino. Por eso por poco la aplasta y empeora su vida que de lejos parecía difícil y de cerca resultaría devastadora.

La deambulante se levantaba del suelo al tiempo que Milimari descendía a la brea caliente para recogerle el vaso de cartón y el menudo. Los bocinazos de los carros que aguardaban tras su 4runner llevaron, de nuevo, la paciencia de Milimari al límite.

-Pero ustedes no ven que esta viejita se está levantando del piso. Tengan calma, ¿pa' qué no madrugaron?, vociferó la mayor de los Rivera.

-¿Tiene hambre? Le puedo comprar comida, se ofreció la joven que había devuelto el capital de la mujer al vaso de cartón: $ 1.23.

Se atrevió a mirarla. Ya había visto su abrigo raído, sus brazos y piernas repletos de llagas infectadas.

-Milimari, ¿tú eres Milimari verdad?, inquirió la mujer.

Tenía voz de joven. Viéndola bien, era joven. Mirándola mejor, los ojos negros en ese rostro hinchado y sucio le parecían conocidos.

-Chica sí...

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