LAS CARAS DE LA MÚSICA

Por Carmen Graciela Díaz.Especial El Nuevo Día

El sonido, una canción y un artista, de repente, tienen imagen. Esa foto, ilustración o concepto en la cara del disco se queda con uno, puede que incluso se convierta en la manera de identificar la propuesta musical y la personalidad de ese cantante o agrupación.

Casi se les puede leer su gusto y filosofía artística tras la música con atisbar esa tapa; es una suerte de pacto entre artista y fanático. Un ritual que, particularmente en otras décadas, se daba para ver y conocer los recovecos de ese empaque.

Los cambios en la industria musical han traído que el mundo de la canción se consuma mayormente digitalmente, en reproductores de música, y que el disco objeto -ese que se guarda como un tesoro, que se colecciona como al arte o que se esperaba con ansias para ver qué diseño de carátula se inventarían esta vez- poco a poco se haya ido desplazando.

Pero el diseño y arte de la carátula de una producción musical, en estos tiempos y décadas atrás, encierra grandes dosis de creatividad, planificación y esfuerzo por parte de artistas que revolucionan con la carga estética y conceptual que plantean en esa imagen. Es, al fin y al cabo, una carta de presentación que no solo complementa la propuesta de un artista, sino que seduce más allá de la canción al seguidor o potencial fanático.

"Tengo CD, pero cuando estaba el LP guardaba con tremendo recuerdo esos discos de los artistas, como Héctor Lavoe, que uno era fanático. He conocido a muchas personas que han cogido los discos y los han enmarcado", explica Wilfredo Díaz Ocasio, uno de los empleados de la tienda Music Stop del Cantón Mall en Bayamón, sobre lo que califica como "ese recuerdo para toda la vida".

Basta revisar la gama gigantesca de carátulas icónicas que la historia musical ha traído y su impacto particular en legiones de fanáticos.

El guineo minimalista que simbolizaría tanto al artista Andy Warhol como a la banda The Velvet Underground.

El estuche diseñado para simular un encendedor que al abrir su bisagra revelaría el disco "Catch a Fire" de The Wailers o, si se quiere, el fuego que el trabajo prometía.

Y la imagen que todos quieren replicar en un paseo de cebra... esa carátula que no tenía ni el nombre de la banda ni el título del trabajo, pero que tantos pueden reconocer como el legendario "Abbey Road" de los Beatles.

O el prisma de cristal que atravesado por la luz se fracciona en una paleta de color que armoniza no solo con el carácter...

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