Cascarrabias

EDGARDO RODRÍGUEZ JULIÁ

ESCRITOR

Padezco, por qué no aceptarlo, de súbitos desplazamientos temperamentales que van desde la irritación a la rabia. (Eso me recuerda a mi amigo Manolo: en un arrebato de rabia la emprendió a golpes contra una dama cívica del Casino de Puerto Rico porque tenía el mismo peinado en "teasing" de su madre cuando él era adolescente). Y voy por el mismo camino en lo que toca a los arquitectos: me irrita que asistan a recepciones reseñadas en Magacín con tocones de varios días. ¿Por qué no se afeitan? Sus chaquetones me parecen excesivamente cortos y los mahones debajo de esos casi chalecos son el clisé necesario para ser considerados "cool", o chic, o como digan en Sofo.

Lo más irritante -el detalle que podría ocasionarme un arrebato de agresividad, como le ocurrió a Manolo- son esos "champions" rojos que rematan el uniforme "in", los U.S. Keds como el acento de esa elegancia irreductible que jamás soñó en sus peores pesadillas el elegante Duque de Windsor.

Pero estas irritaciones son menores si las comparo con las de mi juventud. Entonces mi disgusto era con las "beauticians" cafres de la Ave. Campo Rico, ¡Country Club me encanta! Ahora que me someto obedientemente a una operación de cataratas, ahora que voy de salida, pretendo ver el mundo en su perfil más veraz y a los puertorriqueños en sus transformaciones miserables. ¡Puerto Rico lo hace para verte mejor!

Estas secretarias y tecnólogas de lentes, optómetras de toda rumba y peor manejo, sostienen una cordialidad genérica que evita el contacto visual, como si éste fuera incitación al hostigamiento sexual o, peor, la incontinente verborrea de lo que llamaba mi madre "el viejo chacharero". No quieren correrse el riesgo de esa senectud provocada por el aroma hembra, la coquetería fatal.

Aunque a veces las muchachas se pongan confianzúas y "avancinas", según terminología de mi abuela: ¿por qué soy el amor de todas ellas? Me resulta misterioso este "mi amor" dicho cada vez que me solicitan fecha para la próxima cita médica. Esa frase la pensaba adecuada para el superior éxtasis del orgasmo. ¡Mi amor! Cuando no, entonces me tratan de papá, dicho así según la jerga de las trabajadoras sociales, quizás la herencia lingüística más permanente del caso Lorenzo: mamá no está apta para cuidar a las niñas, papá tiene la responsabilidad...

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