El caso Arroyo

Por Fufi Santori

Especial El Nuevo Día

Dominó las destrezas de tirar, driblear y pasar, combinando esas habilidades con velocidad de piernas y una coordinación excelente en el uso de su cuerpo.

Prueba de ese talento fue su desempeño en el basket boricua cuando una y otra vez guió a los Cangrejeros de Santurce a más de un campeonato.

Recuerdo muy particularmente aquel partido decisivo contra San Germán en la cancha neutral de Isabela donde, con sus canastos, ayudó a remontar una desventaja en el marcador para arrebatarle el triunfo a los Atléticos, que así quedaron eliminados. Y de ahí Santurce siguió adelante hasta coronarse.

Tirador natural que siempre fue, combinó esa ofensiva a distancia con una habilidad para penetrar y anotar de muchas maneras. En fin, Arroyo era, de salida, un 'shooting guard' de primer orden. Pero al llegar a los Jazz de Utah se calzó los zapatos de armador, sustituyendo nada menos que a John Stockton, y con el tiempo afinó su destreza de pasar para convertirse en un armador bona fide.

Con el tiempo pasó algo en la carrera de Arroyo que lo perjudicó grandemente y fue sus desavenencias continuas con los coaches y quizás una actitud que lo indisponía, aún con sus compañeros de equipo. Pese a sus obvias deficiencias defensivas, Arroyo las compensaba por mucho con su talento en el ataque.

En Miami le brindaron una muy buena oportunidad cuando lo hicieron parte del cuadro regular en más de 40 partidos. Sin embargo, Carlitos desaprovechó ese chance y me daba la impresión (conociendo sus habilidades) de que trataba de no jugar mal...

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