De cero a Milenaria

Por Fernando Ribas Reyes

fribas@elnuevodia.com

Tan poca era su habilidad para el juego y su coordinación motora que ella misma no culpa a sus detractores.

"No sabía nada de voleibol. Yo brincaba y me caía. Cualquiera que me hubiese visto, hubiese dicho igual que los demás: 'qué hace esa nena ahí'.

García encontró a Del Valle en el 1991 por voz de otros en el residencial Jardines de Caguas. Del Valle jugaba entonces en la organización EVOL. Ya había intentado sin éxito el atletismo y el baloncesto.

Era alta (6'2") y tenía brazos largos, buenas características para defender la malla. Y tenía una incalculable disposición que ella dice que le desarrolló su padre, José del Valle.

Pero tenía las piernas pegadas y se tropezaba al desplazarse por la malla. No sabía volear y saltaba en el ataque con el pie contrario. Ya padecía del asma que le limitó su carrera.

"Papo decía que era como una potrilla recién nacida, que se levantaba y se caía", recordó.

Llegó a los 13 años al campamento en Caguas de García, conocido como las categorías menores de las Criollas de Caguas en el voleibol Superior. Para colmo, estaba tarde para a aprender el juego.

"Todo el mundo me decía que no perdiera el tiempo", dijo García, asistido entonces por técnicos como Alfredo Álvarez y Wilberto Castillo.

Pero García vio en Del Valle tres características que le impulsaron a echarse arriba el proyecto de la jugadora que apodó el 'Condominio del Turabo' el fenecido ex alcalde de Caguas y apoderado de las Criollas, Angel O. Berríos.

Además de la estatura y la disposición, García vio en Del Valle una característica que ahora hace entender cómo rayos cayó el bloqueo 1,000 de su carrera hace dos semanas, un balón que Del Valle apenas logró tocarle a la esquina refuerzo de las Vaqueras, Amy DeGroot.

La característica: un imán imaginario que tenía en sus manos.

"Bola que tocaba, bola que caía. Tenía un imán. Era algo que se le veía. Era de esas personas que nacieron para hacer algo. Ella nació para bloquear", reveló García.

Lo demás fue disposición de la jugadora para superarse y aprender el juego que tanto quería, disposición para someterse a horas de repeticiones en cancha, levantándose de caídas, secándose lágrimas de frustraciones.

"Salía llorando de casi todas las prácticas", recordó.

Inclusive...

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