Chinos

MAYRA MONTERO

ESCRITORA

El caso es que se produce el terremoto y él andaba viajando por esos mundos, haciendo lo que presumiblemente han hecho siempre los jefes del FMI: presionar a los países pobres, exprimirlos para que no puedan levantar cabeza y sean sumisos aliados. Al ver las imágenes de los destrozos, Dominique Strauss-Kahn se secó las lágrimas con la ropa interior de la flor asiática que lo acompañaba, y declaró que el FMI "prestaría" $ 100 millones para la reconstrucción de Haití. Eso sí, sin intereses por dos años.

El estupor de la comunidad internacional no se hizo esperar. Hasta el Banco Mundial, que es el Banco Mundial (o sea), al producirse la catástrofe, eximió a Haití de pagar durante cinco años los plazos de una deuda de $ 38 millones que mantiene con la institución.

El hoy demacrado Strauss-Kahn, se justificó entonces diciendo que gestionar una donación entre los países que rigen el FMI implicaba un trámite demasiado largo, por lo que era mejor "prestar". Y ya se sabe que se presta a condición de devolver. Desde aquello ha pasado un año y pico. En enero próximo se cumple el plazo de dos años y el Fondo Monetario Internacional empezará a sumar los intereses a la deuda que Haití contrajo cuando tuvo la mala pata de sufrir un terremoto. Ése es el tal Dominique Strauss-Kahn que pellizca fondillos y pernocta en hoteles de cinco estrellas.

Por eso, cuando intentan que la opinión pública se compadezca de que lo hayan esposado delante de las cámaras, o de que fuera encerrado en una celda angosta, o de que se halle al borde del suicidio, uno sólo tiene que recordar lo inhumano y cínico que fue a principios de 2010. Se merecía que le dejaran la corbata puesta. Pero tipos como él no se suicidan.

Se han suicidado, y mucho, los países a los que el Fondo Monetario Internacional ha impuesto condiciones que, como bien ha dicho el Premio Nóbel de Economía, Joseph Stiglitz, jamás habrían aceptado los países desarrollados como Estados Unidos, Alemania o Francia. Fueron individuos como Strauss-Kahn los que en algún momento llegaron a exigir que se privatizara el seguro social en ciertos lugares en que ya estaban con el agua al cuello, como Argentina. El propio Stiglitz resumió la filosofía que imperaba en el FMI: lo bueno para el tercer mundo no es bueno para el primero.

Nadie, o casi nadie, sabía para aquella época que el enamoradizo Strauss-Kahn, quien aconsejaba austeridad y...

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