El chisme y la Primera Enmienda

RAYMOND L. ACOSTA

JUEZ SENIOR RETIRADO TRIBUNAL DE DISTRITO DE LOS ESTADOS UNIDOS

El chisme ha sido omnipresente desde que el mundo es mundo. Siempre que surge el tema del chisme, la reacción inmediata es: "Yo jamás chismorreo". Pero el hecho es que cada uno de nosotros lo hace en algún momento, y que algunas culturas son más propensas al chisme que otras.

La definición más común del chisme es cualquier conversación entre dos o más personas acerca de otra persona que se encuentra ausente. También existe en el chisme una dimensión moral. Hay chisme "bueno", que sirve para formar vínculos o enlaces entre las personas, por ejemplo: el chachareo entre comadres, los comentarios sobre personalidades públicas y compartir información socialmente vital, tal como: "¿Te enteraste que fulano murió?". Hay chismes basados en información errónea sobre individuos, algunos de los cuales se sorprendieron al enterarse que habían muerto. Hay chismes "feos", maliciosos, o que rayan en la maldad con el propósito de manchar reputaciones. Hay chismosos que maliciosamente apelan en los demás a lo que en el idioma alemán llaman "schadenfreude", o el sentir alegría por el mal ajeno. Algunos lo hacen porque les resulta lucrativo. No debemos confundir el chisme con los rumores que pueden ser acerca de sucesos o personas y son mucho más especulativos. Por ejemplo: "Dicen por ahí que ...".

Si existe un rasgo definitorio de los Estados Unidos y sus ciudadanos es la protección y adherencia que profesan a su más sagrado principio, el cual se encuentra plasmado en la Primera Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos y en el Artículo II, Sección 4 de la Constitución de Puerto Rico, ese principio es la libertad de expresión. Sólo hay que recordar la Alemania de Hitler de los años 1933-1945 cuando la ciudadanía no podía siquiera aparentar sentir desafección al régimen Nazi, mucho menos vocalizar su oposición.

En contraste, los ciudadanos de Estados Unidos pueden decir casi cualquier cosa, incluso chismes, sin temor a represalias por el gobierno.

Los medios de comunicación en América protegen celosamente la libertad que les otorga la Primera Enmienda, y es como debe ser. La misma expone el fraude y la corrupción tanto en las altas como en las bajas esferas. En efecto, expone los excesos en su propio ámbito cuando se adhieren a la ley y no al control de los magnates de la prensa o de los ejecutivos de la radio, la televisión y el internet.

Por supuesto que hay excepciones...

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