Christiane Botello: 100 años

Más allá del arte plasmado en cuadros, tallas, esculturas y retratos, la Casa Museo de Botello encierra historias de amor profundo, de valentía, de fortaleza ante las adversidades y de un liberalismo adelantado a su época que solo una de sus protagonistas puede contar.

Christiane Botello, quien hoy cumple 100 años, me contó la intensa historia de amor que vivió con el artista español Ángel Botello Barros desde el día que lo conoció en su natal Haití. Sentada diagonalmente a un retrato que se tomaron en su luna de miel, Christiane recuerda punto por punto su vida junto al hombre que salió exiliado de su país luego de la Guerra Civil Española, y junto a quien creó un nombre al convertirse en la primera mujer galerista en la isla, en un período en el que pocas mujeres dirigían negocios. Christiane, quien llegó a tener cuatro galerías, recuerda los retos que enfrentó para levantar los establecimientos, al tiempo que su esposo creaba sus obras en la casa y estudio que tenían en el Viejo San Juan.

Todavía visita la Galería Botello, en el Viejo San Juan, que maneja uno de sus tres hijos, pero desde que enviudó, vive frente al mar, y asegura que su rutina de nadar todos los días –a veces en la playa, a veces mar adentro– le ha permitido ser una centenaria que vive de manera independiente y que continúa con proyectos, pues planifica hacer una retrospectiva de algunas de las obras de Botello.

Viaje sin regreso

Hablando español con acento francés y creole, Christiane –cuyo abuelo fue presidente de Haití y su padre, ministro de Haití en Inglaterra– cuenta cómo conocer a Botello cambió su vida. En 1939, el artista español se exilió en Francia junto a su madre y sus dos hermanas y, de ahí, viajó a República Dominicana. Luego, en 1944, fue a Haití para hacer un retrato del presidente haitiano Élie Lescot.

El día que llegó, ella lo conoció y se enamoró. Un amigo mutuo, el ministro de Perú en Haití y Santo Domingo, Gonzalo Ulloa, le pidió que lo llevara al aeropuerto a buscar a Botello.

“Yo acababa de darme una ducha, tenía el pelo mojado, me puse un turbante, y cuando llegamos al aeropuerto, miré los zapatos y dije: ‘qué lindos zapatos tiene’, y cuando vi la cabeza, por poco me desmayo. Dije: ‘¡Dios mío, y yo con turbante’. Era un shock. Era tan guapo!’”, cuenta Christiane con lujo de detalles.

Un año después, en 1945, se casaron en la casa de su padre, sin fanfarria ni invitados. En 1948, el matrimonio llegó a Puerto Rico porque Edna Coll reclutó a...

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