Cien años de humanidad

AURORA RIVERA ARGUINZONI

arivera@elnuevodia.com

Escucharlo decir que tiene 100 años parece un chiste, pero tras conversar con él se hace evidente que la vida que ha llevado, apegada a sus creencias y a su comunidad de fe, lo fortalece.

Emilio Guzmán Padilla nació en Coamo el 20 de septiembre de 1910 y desde entonces su vida ha estado llena de pruebas que cuando las narra, tan estoico y tranquilo, parecen nada.

Recién nacido fue trasladado a Salinas por su abuela. "Me crié en las manos de mi abuela hasta los siete años", explica anticipando su partida. Un día salió a lavar al río y murió de un infarto. "Eso fue triste para mí, triste. A mi abuelita la quería como una madre", evoca.

Aunque tenía otros parientes, no quiso ser carga para nadie y aceptó la propuesta del dueño de una vaquería. Le daría techo, comida y trabajo. Tenía encargado recoger a las vacas en las tardes y ordeñarlas en las mañanas. Cobraba diez centavos al día y con ese dinero pudo comprar su primer pantalón porque siempre había vestido cotas.

A los 12 años se fue a la Central Aguirre, donde regaba las siembras de caña. Su vida se centró en trabajar hasta que algo le despertó emociones que describe así: "Veía pasar por frente de casa una señora que tenía cinco nenas y un varoncito, eso parecía como cuando usted ve una gallinita sacá, con esos pollitos 'etrás' (sic), así yo veía a esa hermana. Y eso me daba una cosa en el corazón, como una alegría, que fue lo que me llevó a levantarme una tarde de casa y irme a caminar hasta llegar frente a una capilla donde ella se reunía (con otros feligreses), y así, cuando ellos salieron de la capilla para buscar adonde iban a dar el culto yo los seguí".

Observó alejado un rato. "Los himnos eran como un filtro que cuela, eso iba penetrando en mi corazón, los himnos y la palabra. Recuerdo como ahora el texto que cogió el predicador para el mensaje. Decía: 'Paraos en los caminos y preguntad por las sendas antiguas, y andad por él'. No terminó bien el mensaje cuando yo alcé mis manos y 'siguí' (sic) caminando para el frente, donde estaba el predicador, para que orara por mí. Desde ese momento yo sentí como un cambio desde los pies hasta la cabeza, una transformación, y todavía siento esa transformación, desde 1930", detalla narrando su conversión.

Así comenzó a sanar heridas del pasado. Nunca le quedaron claras las razones por las cuales su madre no pudo hacerse cargo de él, ni siquiera cuando la interrogó, a los 25 años. "No me quiso...

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