La cima ferroviaria

Jungfraujoch

Poder llegar a este lugar inigualable es obra de un industrial suizo, Adolf Guyer-Zeller, que en 1893 tuvo la idea de llevar el tren hasta esta cota mientras caminaba un domingo de agosto por la montaña acompañado de su hija, según cuenta la leyenda.

Seis meses después, Guyer-Zeller presentaba un borrador de su idea ante el Consejo Federal (Gobierno) de Suiza, con la idea de excavar en la montaña un túnel que permitiera llevar un tren cremallera hasta este punto en el plazo de cuatro años.

El proyecto fue aprobado y puesto en marcha en un momento de euforia industrializadora en toda Europa (este tren es contemporáneo de la torre Eiffel) y de fascinación colectiva de los suizos por la red ferroviaria, un espíritu que sigue presente hoy en día en el país más montañoso de Europa.

El resultado, inaugurado en agosto de 1912, fue el segundo tren cremallera más alto del mundo (por detrás del Pike's Pike estadounidense, que sube hasta los 4,302 metros de altura) y el que más distancia recorre por el interior de un túnel (7,300 metros).

Urs Kessler, consejero delegado de Jungfrau Railway, afirma que hoy, justo 100 años después de su entrada en funcionamiento, sería impensable un proyecto de estas características.

A bordo de uno de los trenes que tardan algo más de dos horas en unir la localidad de Interlaken con Jungfraujoch, Kessler explica con pasión que esta vía ferroviaria "es una obra maestra incomparable, porque se adelantó a su tiempo y porque actualmente sería inconcebible".

"No solo por el dinero. Nadie se metería hoy en una aventura financieramente tan costosa. Física y técnicamente, podríamos llegar hasta la cima del Jungfrau (4,158 metros), pero sería imposible lograr los permisos legales, dada la influencia actual de los movimientos ecologistas", dice Kessler.

Además, la zona fue declarada patrimonio natural de la UNESCO en 2001, por lo que está prohibido construir más.

El túnel por el que sube este tren, en el que resulta difícil mantener de pie el equilibrio en los momentos de mayor pendiente, sigue siendo el mismo que cavaron con picos, palas y dinamita, un grupo de obreros italianos, mano de obra barata que trabajó en condiciones extremadamente penosas y que dejó su sangre en el lugar.

Treinta de ellos murieron durante los 16 años que finalmente se tardó en abrir esta vía, que hoy da trabajo a 630 personas y genera unos ingresos anuales de unos 150 millones de euros.

El lugar se ha convertido en uno de los lugares de...

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