Clemente, leyenda eterna en Sandino

Por Mario Alegre Barrios

Enviado Especial

A poco más de cuatro décadas de su fundación, la escasez continúa asentada en las calles de lo que originalmente fue conocido como OPEN 3 y que, desde la muerte del dictador Anastasio Somoza, fue rebautizado como Ciudad Sandino, en honor al líder revolucionario nica, comunidad donde el reloj parece ir más lento, entre el vaivén de ciudadanos, perros callejeros, carretas y motonetas de dos plazas adaptadas como taxis.

Aquí todo comenzó tres años antes del terremoto que en 1972 devastó la capital nicaragüense, cuando la población de los suburbios de Managua tuvo un anticipo de la tragedia que viviría el país cuando el lago Xolotlán reclamó su espacio y miles perdieron sus hogares bajo las aguas.

Aquella emergencia fue el origen del proyecto Operación de Emergencia Nacional Núm. 3 y de la fundación de esta ciudad, con los habitantes evacuados de zonas más céntricas de la capital, de las zonas aledañas al Parque Central y al Teatro Nacional Rubén Darío.

Aunque el sismo de hace cuarenta años agudizó las estrecheces de los sandinences, tuvo la paradoja de comenzar a insuflar de vida a la humilde comunidad que, poco a poco, fue articulando una red bastante elemental de servicios básicos -agua potable, drenaje, electricidad, transportación- con tímidos avances que fueron trastocados severamente en octubre de 1998, cuando el huracán Mitch volvió a aumentar los niveles del lago Xolotlán y obligó a que cerca de siete mil personas incrementasen súbitamente el censo de Ciudad Sandino, cuanto tuvieron que ser evacuadas de sus casas de toda la vida.

En la periferia de esta ciudad propia de un cuento de Rulfo o García Márquez se yergue el Colegio Roberto Clemente, adonde llegamos sin invitación y donde nos reciben con los brazos abiertos cuando, desde la calle y a través de la reja, mencionamos el "ábrete, sésamo" que mueve montañas en Nicaragua: "Puerto Rico" y "Roberto Clemente".

No es el mejor momento para recibir a extraños: hace un par de días terminaron las clases y en una hora comienza la fiesta de Navidad de la facultad y empleados del colegio, para iniciar su receso hasta después de Reyes.

No obstante, doña Bertha Noguera Velázquez, directora del plantel, deja lo que está haciendo para conversar con nosotros y hablar de un pueblo cuyos miembros, sin ser puertorriqueños, guardan una reverencia luminosa e imperecedera por el pelotero boricua cuya muerte aún alimenta un resabio de incredulidad y estupor entre...

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