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Welmo Romero

Aquella atmósfera no me pertenecía. ¡Vaya iluso, mi pensamiento! Sin embargo, allí estuve compartiendo con personas que llevaban consigo historias fragmentadas, tales cuales aquellas sinapsis atrofiadas que les acompañaban.

Yo era -y soy- uno de ellos, aunque creía que era diferente. Pero al final de cada día notaba que fuera de aquellas paredes, la ciudad seguía su danza y los transeúntes en sus quehaceres.

Aferrarse a una idea de Dios parecería una reacción normal; pero el problema era que si Dios es una idea que no existe más allá de mi mente no local (más allá de la mente como algo que está en la cabeza), y concluyó esa mente mía que el callejón era de los sin salida y con un muro de 8 pies de altura.

Son tiempos difíciles, me decía uno de los múltiples Welmos que conversaba conmigo. Otro, el más sensato, me tranquilizaba hablándome sobre teorías de Foucault y melodías suaves con el tono de voz de Madeline Román.

Al...

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