Clientes 'ya esperaban' el final de la cadena

Por Marga Parés Arroyo

Mpares@elnuevodia.com

Esa, al menos, fue la percepción brindada por varias personas entrevistadas ayer por El Nuevo Día para indagar qué les parecía el cierre de este negocio y si habían sido afectados por el mismo.

"Habían dado un cambio aceptable, pero todavía les faltaba imán", comentó José Ramón Velázquez, retirado de 84 años y residente de una égida a pasos de un centro comercial en Guaynabo donde ubicaba una de las 22 sucursales de El Amal.

Mientras salía de la égida una mujer, que no quiso identificarse, dijo que un familiar fue afectado por el cierre de la cadena porque allí tenía una receta que no había sido despachada. Sin embargo, el paciente optó por ir a su médico y pedirle otra receta que posteriormente llevó a otra farmacia. "Ella ya resolvió", dijo.

Carmen Acevedo, empleada de la Joyería Sammy, lamentó, precisamente, cómo se iban a afectar muchos de los residentes de la égida que venían a pie a tramitar sus recetas médicas a El Amal.

"También nos afecta a todos los comercios que quedamos por que los clientes que traían una receta también visitaban los comercios cerca en lo que esperaban (las medicinas)", dijo Acevedo, quien admitió que sólo acudía a la farmacia a buscar misceláneos, como jugo y pan.

Tanto Milagros Martínez, una ama de casa residente en el Condado, como Anita Ramos, una mujer de 70 años jubilada de la Autoridad de Energía...

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