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Una colonia que apesta

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PEDRO REINA PÉREZ

HISTORIADOR

Con los ojos fijados en el piso para no sufrir una desgracia mayor, pienso en las elecciones de noviembre. Esta tiene que ser una de las campañas políticas más patéticas que hayamos visto, a juzgar por la escasa inteligencia creativa y el bajo nivel de contenido de las pautas rojas y azules que vemos y oímos en los medios de comunicación. Esta sequía refleja la pobreza inmensa de los abanderados de papeleta de estos partidos. El incumbente que lucha porque olvidemos su debilidad, y el retador que lucha por maquillar su debilidad. Que nadie se engañe: uno de los dos será el próximo gobernador y habrá que vivir con esa desgracia.

La Isla padece un huracán de efectos combinados que empobrece a una buena parte de la población, aunque los susodichos pretendan afirmar lo contrario.

La oferta de empleo para graduados universitarios se achica cada año y mucho del talento profesional emigra obligado por la baja remuneración y los altos impuestos. El gobierno habla de competitividad y empresarismo pero estrangula al comercio local mientras recompensa al que viene de afuera.

El ciudadano común recibe cada vez menos servicios aunque aporte cada día más y más. Los candidatos prometen soluciones a corto plazo que nadie da por buenas, disimulando creer sus propias mentiras. Mientras tanto, el boricua promedio brega. La electricidad es el nuevo petróleo, y nadie puede renunciar a comprarla, por eso las oficinas comerciales de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) parecen una capilla ardiente con gente que, pañuelo en mano, cuenta sus cuentos de horror para evitar que se la corten.

Es común escuchar los gemidos de quienes padecen esta nueva dictadura de la electricidad. La AEE es el nuevo talibán: un gobierno insurgente que cobra puntualmente su impuesto revolucionario. Esa es la isla que, alegadamente, lo hace mejor.

Imposible quedarse callado ante la crisis, pero la única manera de...

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