Del color de la hermosura

LUIS RAFAEL SÁNCHEZ

ESCRITOR

Sé, en cambio, que ningún otro peso pesado logró propinarle tantos golpes a la conciencia del mundo, en especial la de su país. De ahí que la influencia de "El Más Grande", como Cassius Clay se llamaba a sí mismo, en un alarde de triunfalismo, rebase la influencia de otros atletas excepcionales, provenientes de las marginalidades raciales que arraigan, como si fueran yerba mala, tan a gusto y dondequiera.

Sí, las hermanas Serena y Venus Williams derribaron, a fuerza de espléndidos saques y raquetazos, la insoportable muralla que le prestaba al tenis femenino norteamericano la apariencia de un excluyente universo blanco. Sí, a fuerza de jonronazos y tiros perfectos fue como ascendieron a "inmortales" Jackie Robinson y Michael Jordan. En justicia, los nombres del beisbolista Robinson, el baloncelista Jordan y las tenistas Williams, enriquecen las antologías deportivas.

Pero, el nombre de Cassius Clay, rebautizado como Muhammad Ali cuando abrazó la fe musulmana, además de enriquecer las antologías de los mejores deportistas de todos los tiempos, enriquece las páginas que relatan las luchas por los derechos civiles y las impugnaciones del prejuicio racial.

Un prejuicio enfermizo y despreciable a la vez. Y, por enfermizo y despreciable, capaz de construir un muestrario de las "inferioridades" negras: pelo malo o pelo de coco, sudor anestesiante, labios abembados, nariz aplastada, sensualidad rústica, inteligencia lenta. Ojo: que a los diccionarios de sicología se incorpore y comente la voz prejuicio revela la sustancia neurótica de éste. Pues el prejuicio, en cuanto que atentado a la razón, revela, siempre, la insuficiencia mental de quien lo divulga.

La leyenda de Cassius Clay se establece y consolida en el cuadrilátero, donde su presencia magnética impresiona, tanto como los golpes que propina y el vistoso juego de piernas. Aun así, será durante la práctica del activismo social cuando su leyenda se vuelva inspiradora, incandescente, insoslayable.

De célebre deportista pasa a ser célebre agitador de multitudes. De célebre agitador de multitudes pasa a ser célebre hombre que ejercita, a plenitud, la libertad de ser negro.

Desde luego, el estilo boxístico y la negativa a enrolarse en el ejército e ir a pelear a Vietnam, así como la fanfarronería teatral que llevaba a cabo, dentro y fuera del ring, le granjearon simpatías y antipatías, muy equitativamente. Nada, sin embargo, impidió que la admiración y el respeto a su...

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