Comienza a fluir la ayuda

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De hecho, 32 personas aun permanecían refugiadas en San Juan: 14 estaban en el Coliseo Roberto Clemente, y otras 18 estaban en el centro de rehabilitación Antillas, en la 65 de Infantería.

En la calle Cortijo, el profesor retirado Carlos Rodríguez, de 52 años, mostraba el agua que todavía quedaba en el cuarto de uno de sus hijos, a pesar que rompieron parte de la pared para que el líquido drenara fuera de la estructura.

Rodríguez, quien ahora está a la espera de alguna ayuda del gobierno central o municipal, dijo que el agua entró y alcanzó tres pies de altura, dañando muebles, televisores, camas y enseres. "Todo lo perdimos", dijo.

El jueves, el Servicio Nacional de Meteorología registró la cifra récord de 9.23 pulgadas de lluvia en 24 horas. El evento fue causado por una onda tropical dejando una precipitación que superó la que dejó el huracán Hugo en 1989 (8.84 pulgadas).

A corta distancia de Rodríguez, el policía Gabriel Roldán García, de 32 años, contó que durante la inundación se mantuvo en guardia vigilando varias casas en la Calle Cortijo: la vivienda en la que reside con su esposa, que tiene nueve meses de embarazo; la resiencia de su abuela operada recientemente y la casa de su madre, Carmen García.

Fue la de su mamá la más afectada. Frente a la casa de doña Carmen, quien labora en ministerios juveniles de una iglesia bautista cercana, había una montaña de libros y otros documentos estropeados por la lluvia. En un pasillo, un monitor de computadora yacía en el piso, mientras en el interior, un caos de objetos regados. "Se dañó la computadora, el televisor; la lavadora no prende, la nevera tampoco", dijo Roldán García.

Dentro de un balde de pintura había una tortuga. "El día de la inundación aparecieron 12. Las hemos ido devolviendo al mangle porque si las dejamos por ahí se mueren", sostuvo.

"Lo que te indican las tortugas es que la laguna se salió de su nivel. Fueron tan intensas que se desbordó", indicó Josué Laureano, uno de los voluntarios de la Cruz Roja que visitaban ayer diversas calles de Barrio Obrero ofreciendo ayuda.

Con sus tradicionales chalecos rojos, los voluntarios de la Cruz Roja han estado en la zona desde el sábado identificando damnificados para entregarles, a manera de ayuda, una tarjeta de débito, explicó el voluntario Francisco Díaz.

En la calle Martinó, Blanca Santiago Arroyo recordaba el temor que sintió cuando el agua le llegó hasta la cintura, y cuando familiares suyos...

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