Al Compás de la Inspiración

Por Marcos Billy Guzmán

Especial El Nuevo Día

Dicen que el cielo es el límite, pero más allá ha ido el hombre explorando lo que alguna vez parecía imposible.

Lo cierto es que no hay que salir al espacio para encontrar criaturas extraordinarias, seres humanos que en su entorno inmediato retan todos los días la noción de lo irrealizable, que gracias a amores infinitos se demuestran capaces de lo que a muchos la lógica derrotaría.

------------------------------------

Ritmo y compostura

José Omar Otero ama el baile, destreza que ha ido desarrollando a lo largo de la pasada década. Su espacio de ensayo está en el Cuartel de Ballajá del Viejo San Juan, donde practica semanalmente en un cuarto lleno de espejos.

Tres cortinas lo encaminan hacia el lugar y, una vez adentro, el riograndeño observa su reflejo. Ve sus ojos rasgados, sus manos, distintas a las de la mayoría, y sus extremidades, mucho más cortas que el promedio. Pero en aquel salón hay otros como él y, al ritmo del tambor o de clásicas melodías, se menea con una alegría infinita.

A sus 32 años, como el resto de sus compañeros en la compañía DanzaÉ (programa de la compañía DanzActiva integrado por jóvenes bailarines con síndrome de Down), José Omar se mueve al compás de la percusión, movimiento que lo van separando de los curiosos que se asoman a verlo de vez en cuando. Es como si entrara a otro mundo.

"Tu-cu-tu-tú" dice el tambor y él responde con las caderas. Comienza suave, lent; luego pide más ritmo, más rápido. Empuja los hombros, ancla los pies y sacude los brazos como señal de que está listo para el momento crucial de su historia corporal. Da vueltas con las manos en la cintura. La bomba se apodera de él y su cuerpo dice todo lo que no puede expresar con palabras.

"Me puedo mover, siento el ritmo. Me hace sentir feliz. Me gusta lo que hace el tambor. Yo soy bailarín", menciona entre pausas y señas que lo ayudan a llevar su mensaje.

De Nueva York a Sevilla, su padre ha podido verlo bailando bomba, plena, salsa y danza moderna junto al grupo DanzaÉ, aunque el merengue es la música que más le emociona. Esa, sin embargo, la guarda para su casa, donde atesora su colección de discos y manifiesta la admiración que le tiene a Grupomanía. Su padre es uno de sus fieles admiradores.

"Mi papá me ve bailando, yo lo veo alegre, yo lo veo llorando y digo wow", comenta a la vez que resalta cómo su instructora no le deja pasar ni un error, cosa que agradece. "Me gusta, hay que hacerlo bien siempre".

Actualmente trabaja en un centro de comida rápida, pero su sueño como bailarín profesional lleva intensificándose en gran medida desde aquella vez que su maestra y coreógrafa Paulette Beauchamp pudo pagarle por su trabajo. A su manera, José Omar narra que agarró el cheque, lo llevó al pecho y dijo "siempre". Siempre es la frecuencia en que anhela trabajar como artista profesional.

Verlo ensayando frente al tambor confirma la razón por la que goza tanto cuando está ante a un público, como sucedió en las más recientes Fiestas de la Calle San Sebastián.

"La gente me tiraba besos", rememora.

Sabe cuando tiene audiencia y la anima a estar atenta. También se percata de que le están tomando fotos. Primero estira sus extremidades, respira profundo y sigue regalando una sonrisa de medio lado. No mira mucho el lente, pero es consciente de quienes lo rodean Pasa entonces a improvisar y hasta aprovecha cualquier accidente en la pista de baile.

"Yo gozo de verdad. Lo mío es el show. Logro todo lo que yo quiero", concluye como para confirmar que el amor que siente por su arte solo lo supera el amor que ese arte le devuelve entre...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR