Condominio

Miguel Rodríguez Casellas

Esta vez fue distinto. Para empezar se reconoció en asamblea el trabajo de previas administraciones. Se compartieron datos técnicos con la mayor transparencia posible. Se trajo a un perito en un área que reclamaba asesoramiento, por eso de tomar decisiones informadas. El administrador, un ente privado, trabajó mano a mano con los condómines, el ente público. Las quejas de un lado y de otro se dirimieron.

Entre otras cosas, los libros estaban abiertos para cualquier residente, los pagos eran revisados por varios ojos antes de emitirse, las prioridades aprobadas en asamblea atendieron lo mismo aspectos infraestructurales (bombas de emergencia de la cisterna) que aspectos estéticos (pintura del edificio). Un residente hizo una lista de pequeñas mejoras a corto plazo, en lo que se maneja el largo plazo, que requerirá inversiones mayores.

Cuando se planteó el pago de dos derramas, un asunto espinoso y propenso a resistencia, se optó por el esquema de plazos que lo hacía más cómodo, en lugar de imponer una medida draconiana que dejaba a algunos residentes en la prángana; nadie allí tenía la mezquindad de espíritu para pensar desde el egoísmo puro.

Al final, la asamblea se disolvió en...

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