Congelados

Félix Jiménez

La lista de compras era simple, como simple debe ser un viajecito a un convenience store. Algún humo, un encendedor, una bolsa de hielo. Después que se extinguió la fila, al pedir el hielo, indicó la dueña y dependienta del comercio que había que hacer toda fila con la bolsa para poder marcar el precio que indicaba el código de barra, que la buscara al otro lado de la tienda, que ella esperaba. Imaginad: 20 minutos con bolsas de hielo derritiéndose, en vez de pagar primero y recoger después.

¿Por qué no un código de barra al lado de la caja? ¿Por qué no el hielo cerca de la caja? Sugerencias que se le ofrecieron porque, vaya, la estupidez puede ser contrarrestada con la razón. ¿O no? Las preguntas llevaron a una discusión sobre la secuencia correcta para adquirir el hielo. "Yo siempre lo he hecho así, y así lo seguiré haciendo", dijo, molesta, y al final del calorcito añadió "Que tenga un buen día". Se le respondió "Ojalá". Pero la sordera que se escuda en el malentendido para clausurar la lógica y...

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