Conjuro

Edwin Cuperes Vélez

Tantas conclusiones juntas quedaron desvanecidas de un portazo cuando la víctima habló. En efecto, La India narró otra historia, una que nos retrotrae a esa noche de algarabía en la que compartía con su novio en un restaurante de apetencias culinarias. Contó cómo, tras las risas propias del agasajo, el fantasma de una gringa enardecida la atacó. Una gringa inflamada por el odio de la supremacía blanca, intoxicada con portentos de esteroides, capaz de aniquilar con sus molleros de carnicera a cualquiera que osara colarse en la fila del retrete, como, según La India, fue éste el caso.

La gringa lo hizo. La Policía no ha dado aún con ella. Se trata de una mujer caucásica, rubia, de ojos azules, cinco pies ocho pulgadas de estatura, doscientas libras de peso, que en la noche del domingo 24 de marzo merodeaba por los suculentos postres del restaurante en busca de una criolla en quien depositar su rabia de racista. Se la describe como en extremo peligrosa, apercibiéndose a quien se la encuentre de frente que huya, corra, grite, llame a la Policía y a los bomberos, y, en caso...

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