Los conjuros de una poeta

Pasó hace 10 años. Ella en un hospital, marcada con un número, y con un dolor profundo. Trató en ese momento de escribir, de soltar, de apalabrar esa "enfermedad de la tristeza" que la habitaba. No pudo. La poesía, como tantas otras veces, la había abandonado. Hasta que un día del año pasado apareció y con ella comenzó la magia. Agarró telas, maderas, minerales, piedras preciosas, aves, flores, tinta, y en una semana nació "El libro de los conjuros". Lo escribió no desde la tristeza, sino desde el gozo, desde la felicidad producida por el retorno de la poesía.Así llegó el nuevo poemario de la poeta puertorriqueña Irizelma Robles, publicado este año con la editorial Folium. Se trata de una entrega de 72 poemas breves divididos en cuatro secciones "La alquimista", "El libro de los conjuros", "Los juguetes de la alquimia" y "Mal de ojo", con los que la autora adentra al lector/lectora al espacio "opaco y silencioso" en el que nació este poemario.La poeta asegura que este es, sin duda, su trabajo más autobiográfico, pero no se debe confundir con un diario personal. Estamos aquí ante una obra poética donde la escritora agarra las vivencias del dolor y las convierte en poemas redondos de una belleza y una precisión locuaz.¿Cómo surgen estos conjuros?—Este proyecto nace 10 años atrás de un dolor muy grande. Intenté escribir en aquel momento y no pude escribir más allá de dos o tres poemas. Los dejé ahí porque yo entiendo que la poesía tiene su momento, tiene que respirar, y hay que darle espacio. Entonces 10 años después, cuando ese dolor ya no estaba ahí, recuerdo esos poemas, los retomo y los empiezo a transformar en minerales, en piedras, y surgió la idea de la alquimia.¿Qué retomaste de aquella primera etapa de escritura?—Lo único que yo retomé fue la imagen primera que surgió de la tabla periódica. Aquí hay elementos, hay muchos metales, hay piedras semipreciosas, hay cuarzos, hay rocas…Y hay drogas...—Hay psicotrópicos. Está la prozac, la percocet, que es un poema que le dediqué a mi abuela, porque mi abuela sufría de osteoporosis y terminaba dopada completamente, fuera de sí. Así que hay poemas para las pastillas que son -al final de cuenta- juguetes de la alquimia, materiales para la transformación de aquel dolor tan grande que yo sentía y que es la materia de esta poesía.¿Qué despertó esas ansias para escribir?—Me estás preguntando cómo yo sé que la poesía está ahí lista para que yo haga un libro, pues no lo sé. Te podría decir que la...

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