Consumado el rito salsero

Por Ana Teresa Toro

ana.toro@elnuevodia.com

Y ayer, conforme al rito anual, se celebró la vigésimo octava edición de esta cita cocola obligada coordinada por la cadena radial Z-93 de Spanish Broadcasting System Puerto Rico.

Al filo de la 1:00 p.m., y ante una tímida concurrencia que poco a poco iba llenando el lugar bajo una enorme nube negra, dio inicio el festival salsero con Alex D'Castro entonando el himno nacional. De inmediato, los locutores El Cacique y El Búho Loco dieron la bienvenida al escaso público.

El grupo de baile de niños de Ponce Rumba Brava se presentó en tarima a modo de preámbulo al desfile de orquestas que arrancó con la agrupación de Edwin Clemente.

En las afueras era otro el cantar mientras muchos se dicertían en las rumbas de baúl de carro y con neveritas generosas.

El vaso no llegó al suelo. Y considerando que el vendedor de piñas coladas se zarandeaba de lado a lado respondiendo a la invitación al baile que le hicieran un grupo de mujeres, mientras cargaba la caja llena de vasos en su cabeza, decir que la piña colada no llegó al suelo es poco más que un evento prodigioso.

Aunque arrancó con lentitud aquello de "ambientarse" en el evento, en honor a la verdad la cosa fue cuajando con el paso de la tarde.

Sería la lluvia o la crisis fiscal, pero el arranque fue lento en comparación con otros años. En las filas se comentaba que el costo de los boletos de alrededor de $ 35 -con impuestos- fue un aumento que más de uno no pudo asumir.

Pero los "cocolos de la mata" que no pudieron entrar mantuvieron el ánimo con güiros, maracas y mesas de dominó que ubicaron entre los vehículos en el estacionamiento.

Rumba en cada esquina y camisetas con los rostros de los ídolos inmortales se vieron por todas partes. Los salseros llevan sus muertos en el pecho, bailan con ellos y con ellos sudan también.

No faltó el insistente olor a bacalao frito y alcapurria, ni los hombres de solitario cencerro y sombrero de cuero tipo feria de artesanal. Estuvo presente el caldero.

En el público, el baile arrancaba: desde parejas evidentemente profesionales hasta aquellos que bailan al estilo callejero, con pasitos cortos y complicidad.

En una esquina José Vázquez, de 79 años y residente de San Juan, bailaba solo. Sus zapatos negros y blancos tenían a medio mundo embelesado.

Una mujer sola sacudía inclementemente un chequeré, mientras que José Correa, natural de Gurabo, bailaba solo con su camiseta de Ismael Rivera, cuya tela reflejaba varias...

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