Un estado de contrastes

Estados Unidos

Por Carlos Mateos

Por su extensión y su diversidad paisajística y social, Texas es un mundo muy particular, inmune incluso a la severa crisis económica que padece Estados Unidos, como lo demuestra su bajo índice de desempleo y su sólida tasa interna de crecimiento por encima de la media del país.

Un territorio enorme -el segundo mayor de Estados Unidos tras la colosal Alaska- en el que en apenas en unos kilómetros se pasa de los rascacielos de las grandes ciudades a los ranchos que pueblan los arcenes de las carreteras.

Un estado en el que las grandes llanuras del interior se alternan con una costa plagada de playas estrechas y casas elevadas sobre el suelo en previsión de los temidos huracanes que asolan con frecuencia el Golfo de México.

Con todo, lo sorprendente surge de lo desconocido de esos pueblos que aparecen de la nada o de los rincones de las grandes urbes.

Es el caso de Houston, cuyo Downtown es un claro ejemplo de dinamismo e integración arquitectónica. Museos, teatros, universidades, rascacielos y todos los recintos deportivos de relevancia son asequibles en distancias que apenas superan los veinte minutos en automóvil, indispensable para moverse por fuera y por dentro de las ciudades.

Más particular resulta San Antonio, una ciudad que crece en torno a sus dos grandes activos, la leyenda de "El Álamo" y el río. La misión franciscana, en la que un grupo de tejanos resistió un asedio de más de diez días por parte de las tropas mexicanas en 1836, se mantiene aún en pie y es visitada continuamente por los estadounidenses ansiosos de conocer de primera mano uno de los templos históricos del país.

El río San Antonio constituye la principal arteria de la ciudad con el Riverwalk como gran atractivo, un paseo de aires comerciales que ha revitalizado la zona y la mantiene llena de gente durante todo el día.

La conexión entre ambas ciudades es fácil de realizar por autopista en un trayecto que se prolonga poco más de tres horas.

Sin embargo, si se dispone de tiempo suficiente conviene contemplar la opción de hacerlo bordeando la costa por carreteras secundarias para vislumbrar un paisaje que pocos podrían imaginar en Texas.

Largas y estrechas playas con casas de colores levantadas sobre el suelo en previsión de los temidos huracanes e infinidad de hostales con luces de neón decoran el arcén del asfalto, dándole vitalidad y rompiendo con la monotonía.

En ese camino conviene hacer parada en Galveston, donde acaba el tramo de...

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