Entre su corazón y sus labios

Por Mario Alegre Barrios

malegre@elnuevodia.com

Nueve años después, Alondra -que los cumplirá el 2 de enero- es ejemplo luminoso de que el amor es más grande que todas las pruebas que a diario le impone el síndrome de Down que padece, condición que no eclipsa un encanto casi sobrenatural que se manifiesta en su vocación incansable por dar afecto y recibirlo.

Alondra abraza a Jenny -su madre- quien asevera que la niña "es una bendición" y su "razón de vivir" y que nunca olvida la primera noche en el hospital, luego del parto, cuando le dijeron que la niña tenía "unas características especiales".

"Lloraba yo cuando esa habitación se llenó de una luz muy brillante", recuerda. "Sentí a papa Dios más cerca que nunca y desde entonces nunca nos ha abandonado. Además del síndrome down, Alondra nació con el corazón malito y propensa a muchas infecciones. Le ha dado de todo y ha estado hospitalizada infinidad de veces".

Mientras converso con su madre, Alondra se sienta a mi lado, me acaricia y apoya su carita en mi brazo.

"Es muy cariñosa", apunta Jenny. "Esta niña es mi sostén y por quien lucho todos los días, sin importar las adversidades que enfrentamos juntas".

Espectadora pasiva del Sueño de Navidad en sus pasadas catorce ediciones, Jenny decidió participar en esta ocasión por la corazonada de que Alondra iba a ser seleccionada. No se equivocó.

Aunque siempre han tenido ayuda, nunca ha sido la suficiente. Ahora Alondra necesita someterse a una terapia conocida como el Método Tomatis, que logra que niños con síndrome de Down mejoren sustancialmente sus...

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