Cortázar

Mario Alegre Barrios

Mientras así pienso frente al teclado de la computadora para articular este breve texto, nada de lo que marca la pauta noticiosa me parece que justifique el comentario: no tiene caso, ¿para qué? Sinceramente estoy harto de eso: del Gobierno -de todas las administraciones- de su ineptitud, de su descomposición moral, de la renuncia o no del presidente de la UPR, de la colonia, de la estadidad, del faranduleo... En fin, así que no, de nada de eso volveré a escribir -creo- una sola línea.

Al menos hoy no.

Y como nadie me obliga, como esto es voluntario -para mí, escribirlo, para usted, leerlo- en esta ocasión, solo una reflexión en "voz alta" -en palabra escrita- sobre la manera como este fin de semana un texto me robó el aliento de una manera que hace tiempo no sucedía.

Aunque en modo alguno intento una primicia al referirme a la maestría de Julio Cortázar, no dejo de sorprenderme cada vez que me topo con algún texto del argentino que para mí resulta nuevo y que me revela una vez más la gigantesca dimensión de este genial escritor.

Enterrado en medio de sus "Papeles inesperados" -de publicación póstuma-, un breve...

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