CONTRA EL CRIMEN: EMPLEOS Y EDUCACIÓN

ROGELIO FIGUEROA

PPR

El gran poder de Puerto Rico -y la posibilidad de lograr unidad de propósito como pueblo- radica en la integración de toda la diversidad del pueblo puertorriqueño. A ese gran poder le temen los gobiernos tradicionales, que han cultivado la intolerancia y el prejuicio entre nosotros en la forma de racismo, clasismo, sexismo, homofobia, xenofobia e intolerancia a diferencias por estatus.

La criminalidad que vivimos -los asesinatos, agresiones, robos, contrabando, narcotráfico, violencia doméstica, entre otros-, son en gran medida una reacción violenta de ciudadanos que no han tenido la oportunidad de un desarrollo pleno. Si bien el criminal es responsable de sus actos, los demás somos responsables de mirar las condiciones que propiciaron su comportamiento.

Dado que la fábrica de la violencia en Puerto Rico son las políticas de exclusión y marginación, no nos debe sorprender que, por sí solo, el fortalecimiento de las fuerzas policíacas, investigativas, de justicia y de confinamiento no sea efectivo en reducir el crimen. Tampoco nos debe sorprender que aquellos que gestan esas políticas no hablen jamás de ellas y desvíen nuestra atención al tema del estatus o a los chismes políticos.

Para atender la violencia en Puerto Rico, tenemos que reconocer el acceso a la educación y a los empleos como la herramienta fundamental. El aparato policial, judicial y carcelario, por su parte, no debe servir solo a la remediación del problema, sino también a la prevención y rehabilitación.

Nuestra propuesta de educación primaria, secundaria y universitaria se fundamenta en despolitizar completamente el sistema...

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