La crisis invisible

Por Benjamín Torres Gotay

benjamin.torres@gfrmedia.com

Se trata de la inmensa cantidad de carros que transitan por nuestras calles.

Cifras dadas a conocer esta semana por el Departamento de Transportación y Obras Públicas (DTOP) revelan la espantosa cantidad de 3,045,000 de carros transitando por nuestras calles. Con poco menos de 3.8 millones de habitantes, esto significa que Puerto Rico es uno de los países con más carros per cápita en el mundo, pues hay casi un carro por habitante. Si se quitan los menores, que no pueden tener carro ni guían, estamos hablando de más de un carro por persona apta para conducir.

Datos del Banco Mundial de 2009 revelan que en Puerto Rico hay 596 carros por cada mil personas, lo cual nos coloca en el puesto número 12 en el mundo en esta categoría, empatados con España. Nos ganan Mónaco, Estados Unidos, Islandia, Luxemburgo, Nueva Zelanda, Australia, Malta, Chipre, Italia, Canadá y Francia, y nos siguen Japón, Noruega, Grecia y Austria.

Todos esos países, menos Puerto Rico, tienen algo en común: son ricos. Entre todos, sus habitantes tienen un ingreso per cápita promedio de $ 41,175, lo cual es casi tres veces más que los $ 16,300 de Puerto Rico. Esto nos lleva a entender el primero, pero tal vez no el más importante, de los efectos nocivos que tienen entre nosotros esta adicción al automóvil: la inmensa carga que le representa al bolsillo de las familias puertorriqueñas la obligación de tener un carro.

Una parte sustancial del presupuesto familiar se va en el pago, el mantenimiento y la gasolina. Piense, un momento, cuántos arreglos podría haberle hecho a su casa, cuántos viajes podría haber dado, cuánto podría ahorrar para su vejez, si no tuviera que sacar mensualmente $ 500, $ 600 o más para todo lo que implica tener un carro. Esto es algo que en lo que muchos ni han pensado nunca, porque el carro está metido de tal manera en la siquis del puertorriqueño que pocos imaginan la vida de otra manera.

Pero esta no es la única consecuencia de este problema. Cada mañana, cuando salimos a las avenidas y carreteras que nos llevan a nuestros trabajos o escuelas, y vemos las descomunales congestiones, nos enfrentamos con otra de las consecuencias de este problema: el precioso tiempo de vida que pasamos dentro de la caja de metal, tiempo que...

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