Mis cuarenta golpes

ELÍAS ADASME

ARTISTA GRÁFICO Y PROFESOR

No fue hasta alrededor de las 9:30 de la mañana cuando logré escuchar fragmentos entrecortados del último discurso del presidente Salvador Allende, en una emisora que sería bombardeada minutos después: "Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. (.) Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos. (.) Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor".

A las once de la mañana, aviones de guerra bombardearon el Palacio de la Moneda, donde Allende resistía con un puñado de leales. Las imágenes del centenario edificio en llamas simbolizan hasta el día de hoy, la violencia y el horror con que se puso fin a un gobierno legítimamente electo dentro de una larga tradición democrática.

Se iniciaba así, uno de los periodos más oscuros en la historia de mi país, cuyo libreto escrito en Washington, operaba en el contexto de la llamada Guerra Fría. Los militares golpistas chilenos replicaban a sangre y fuego, las tácticas que la CIA y otras agencias estadounidenses les enseñaran en su lucha contra "la subversión comunista en el continente". De ahí se desprende que aquel golpe militar fuera una evidente rendición de la soberanía nacional, y por tanto, un claro acto de traición a la patria, ya que las motivaciones ideológicas que lo sustentaron provenían de una potencia extranjera.

Antes de autoexiliarme en Puerto Rico, fui testigo durante una década, de la barbarie ejemplificada en las graves violaciones a los derechos humanos con que el régimen aterrorizaba a la población. Pero también fui protagonista de la conciencia insumisa de miles y miles de chilenos, quienes, desde sus respectivos quehaceres, resistíamos la felonía y la opresión. En mi caso, desde la trinchera de la cultura y el arte.

A cuarenta años de aquel fatídico suceso y su secuela dictatorial, vuelven a la palestra las expresiones artísticas que documentaron y testimoniaron aquella cruenta época. Libros, música, obras de teatro y de artes visuales reflotan el acontecer cultural estigmatizado en esos días bajo el manto de la sospecha y el delito, pero que constituyen hoy las hebras aún dispersas de un tejido histórico tan necesario de recomponer.

Desde su inicio, el régimen se ensañó con la...

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