Cuaresma

JAMES GIL DE LAMADRID

PAX CHRISTI

Seguramente alguno se rindió. Fue demasiado soportar el hambre, la sed, la inseguridad y el terror. ¿Acaso siendo esclavo no tendría al menos un barracón y algo de alimentación segura? ¿Valdría la pena pasar tanto sacrificio, tanto dolor, en la búsqueda de una libertad incierta?

Fue la experiencia de los israelitas que huyeron de Egipto. Pensaron que habían salido de la esclavitud para morir en el desierto. Cargaron a su libertador con la culpa de sus desdichas. Idealizaron el cautiverio, pintándolo con colores de seguridad y de cebollas abundantes. El déspota fue rememorado como benefactor.

Y es porque la libertad, la responsabilidad, cuesta. Y es riesgosa, insegura. Sólo la perpetua minoría de edad o la esclavitud son condiciones seguras. Una vida voluntariamente minusválida y tullida, subdesarrollada y frustrada.

El camino de la libertad supone pasar por el desierto, por la nada, por el vacío. Allí nos exponemos a la desnudez de la arena y del cielo abierto. Tan sólo la fugacidad de un rayo o de una columna de nube nos indican el camino. Tal vez tardemos cuarenta años en ver cumplida la promesa. O tal...

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