Cuatro décadas de “locura”

Hace cuatro décadas, el actor Teófilo Torres, entonces un estudiante de la Universidad de Puerto Rico, recorría las librerías de Río Piedras cuando se topó con un texto del escritor y psicólogo Ernesto Ruiz Ortiz, que capturó su atención.

Como joven actor quería explorar otras rutas, y ese camino se lo ofreció aquel trabajo titulado “A mis amigos de la locura”, que presentaba el testimonio de un supuesto “craqueao” que, entre locura y locura, contaba muchas verdades.

“Recuerdo que me lo disfruté muchísimo, me reí muchísimo y me gustó porque estaba escrito en primera persona. En ese momento algo en mí hizo como un clic de que podía empezar a trabajar el texto, inspirado de alguna manera en el monólogo ‘El diario de un loco’ que yo había visto hacer a Félix Monclova, padre de la dinastía Monclova, en el teatro La Perla, en Ponce, cuando yo era estudiante de escuela superior. A mí ese actor me impactó para siempre y dije que, si alguna vez hacía teatro, quería hacerlo como ese señor’”, relata Teófilo Torres sobre el origen de “A mis amigos de la locura”, el cual se convirtió en el primer monólogo de su carrera profesional.

Torres recuerda que la primera presentación que hizo de la pieza fue en el antiguo teatro La Tea, en el Viejo San Juan, donde ocurrió “uno de los incidentes más increíbles que han ocurrido en la historia del monólogo” en Puerto Rico. Resulta que la noche del estreno, el artista visual y activista político Carlos Irizarry decidió llevar a cabo una pieza de arte conceptual en medio del monólogo. El detalle es que nunca se lo comentó al actor, por lo que el “performance” terminó en tremenda trifulca que acabó en los tribunales.

“Yo apenas había escuchado el nombre de arte conceptual y mucho menos de Carlos Irizarry, cuando a mitad del monólogo yo sentí que entró una persona con una fuerza tremenda y se colocó cerca de la barra que estaba en el fondo del teatro. De pronto, empieza a decir comentarios, a gritar, a tirarme con hielo, con vasos, con botellas. El público estaba que no encontraba qué hacer, al igual que yo, que no tenía la experiencia. Al final, yo estaba muy molesto, y cuando terminé, que él lanzó las últimas cosas que le quedaban, me bajé del escenario y le di un puño. Entonces, él agarró un cuchillo que estaba en la barra de cortar los limones y se tiró encima de mí. En ese mismo momento estaba entrando la Policía que lo venía siguiendo porque desde hacía horas venía haciendo su arte conceptual por el Viejo San...

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