El cuenco ardiente

Por Samadhi Yaisha

especial El Nuevo Día

Hasta ese momento, yo había seguido una dieta macrobiótica libre del factor levadura ("yeast-free") que me había sido recetada y a la cual había accedido. La había seguido con tanta rigidez que no podía entrar a un supermercado sin sentir pavor hacia la comida que tuviera azúcar o levadura. Eran enemigos todos los alimentos conservados o empaquetados, los almidones y vegetales almidonados, la mayoría de las frutas, las nueces y las viandas. Había escuchado sin cesar que supuestamente en todos ellos se prolifera Candida albicans, un hongo que, cuando se sale de su balance en el cuerpo, alegadamente causa un sinnúmero de enfermedades, incluso la depresión y ansiedad que yo combatía. Una vez identifiqué que aquella dieta se había convertido en un método de control, la descarté. Ahora sin ella, me sentía desnuda.

Pedí guía para conseguir un terapista holístico que estuviese consciente del factor levadura, y al día siguiente hallé a este consultor, quien había escrito un artículo sobre la candidiasis. Sin embargo, cuando le conté todo lo que había hecho para liberarme del microbio, se mostró consternado, sobre todo cuando le indiqué el consumo de la planta "golden seal" (un antibiótico natural). Según me explicó, ese suplemento desplomaba mis niveles de glucosa a tal punto que el cuerpo gritaba por tener gasolina para funcionar, de ahí surgía la ansiedad por atiborrarme de azúcar que aguantaba con angustia todas las tardes para "no caer en la tentación".

Miraba en el espejo mi rostro pálido, el cuerpo flaco que alimentaba sólo la mitad del día por temor a engordar y con ello aumentar el "yeast" en mi cuerpo. Recordé que siete meses antes alguien me advirtió que, en el afán de desintoxicar mi cuerpo, se me estaba yendo la mano: "Te estás yendo hacia el otro lado". Otra amiga me dijo que nunca me había visto tan delgada, mientras yo descartaba los comentarios y seguía mi dieta "yeast-free" con fe testarudamente ciega. Pero tras oír a este consultor, haber visto que la dieta que me había ayudado desintoxicar no había mejorado mi estado de ánimo, me sentía más frágil y expuesta emocionalmente, y había exacerbado el miedo a relacionarme con la comida, aquellas advertencias regresaron a mi cabeza. Yo había creído en la promesa de que cortar a rajatabla cualquier consumo de azúcar y todos aquellos alimentos prohibidos me curaría. Ahora me tocaba dejar ir esa idea.

El tema de entregar y dejar ir se me repetió...

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