Un cuento chino

SERGIO RAMÍREZ

Un tema recurrente de nuestra historia, que yo diría vicioso, una especie de sueño maléfico que nos aparta de todo los demás para arrastrarnos hacia esa eterna panacea entre brumas de opio. Pobreza, ignorancia, marginalidad, injusticia económica, todo queda cubierto una y otra vez por este velo mágico.

El presidente Daniel Ortega ha enviado a la Asamblea Nacional una ley que otorga una concesión por cien años para la construcción del Gran Canal a una incierta compañía china, HK Nicaragua Canal Development Investment Co., presidida por un misterioso personaje, Wang Jing. El consorcio de papel se halla establecido en algún lugar de la vasta Hong Kong, pero está inscrito en Gran Caimán, y se ha comprometido a invertir $40,000 millones en la obra, que además del canal acuático incluye líneas ferroviarias de costa a costa, puertos en ambos océanos, aeropuertos, carreteras de alta velocidad, etc. Un proyecto sin el aval ni la participación del gobierno de China.

Durante su reciente visita a Costa Rica, el presidente Xi Jinping declaró que su país privilegia los proyectos de cooperación con aquellos países con los que tiene relaciones diplomáticas, que no es el caso de Nicaragua, pues Ortega las mantiene con Taiwán. Y un Canal Interoceánico es necesariamente, además, un proyecto geopolítico, en el que ni siquiera los países del Alba encabezados por Venezuela parecen mostrar interés, ni se diga Estados Unidos.

La dichosa compañía china, dueña absoluta del Gran Canal según esta extraña ley, que sin duda será aprobada por la Asamblea que Ortega controla ampliamente, irá cediendo anualmente al Estado nicaragüense el 1% de las acciones, de modo que dentro de medio siglo llegaría a compartir el Canal por partes iguales.

Una gigantesca obra que, según se anuncia, se iniciará el año que entra; los voceros oficiales han informado que el PIB del país alcanzará dentro de dos años el 15% de crecimiento y la tasa de desempleo quedará reducida prácticamente a cero. De este sombrero de mago, por lo que se ve, saldrán infinidad de gordos y alegres conejos.

Pero oigamos al doctor Incer, asesor presidencial para asuntos ecológicos y protección del ambiente, aunque no ha sido consultado, ni la Asamblea Nacional lo ha llamado para que opine. Lo primero que dice, con sobrada extrañeza, es que toda la batería de estudios necesarios, ecológicos, batimétricos, sísmicos, oceánicos, y de las distintas especialidades de la ingeniería, no habiendo siquiera...

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