El cuento del salvaje

No es poca la gente que respira aliviada, y duerme después en paz, cuando oye de noticias como las que publicó este diario ayer: el FBI anunció que ha traído a Puerto Rico contables forenses para investigar transacciones financieras dudosas hechas por políticos boricuas.Es una noticia que se amolda como un guante en una mano a dos componentes harto importantes de la psiquis colectiva puertorriqueña: primero, la certeza de que hay más corrupción en la clase política de la que hemos tenido la valentía de detectar y, segundo, la creencia de que necesitamos que desde afuera nos protejan de nosotros mismos, de lo cual aquí somos, dice la leyenda, incapaces.Lo primero (hay más corrupción de la que hemos podido detectar) no debe haber nadie en Puerto Rico que no crea que es cierto. Nos agobia la certeza de que los crímenes de corrupción que de vez en cuando se detectan apenas rasgan la superficie, bajo la cual el nivel de abyección y de fetidez es tal que ni imaginarlo podemos. Damos por cierto, ya casi con resignación, que por cada corrupto que cae, hay diez, veinte, cien, quién sabe cuántos más, moviéndose a ras del suelo, como serpientes, metiéndole sus dientes venenosos a lo que queda de los recursos del pueblo de Puerto Rico.Son esas certezas, más la timidez, cuando no la incompetencia o hasta a veces la complicidad, que se nota en las instituciones puertorriqueñas de ley y orden, las que hacen que la inmensa mayoría de los boricuas crean que necesitan unos ojos de afuera velando que no nos comamos los unos a los otros por el rabo, como salvajes.Algunos leyendo ya van diciéndose a sí mismos "es verdad, somos unos salvajes". Otros, sabemos que todo este fenómeno responde a una dinámica milenaria diseñada para justificar que unos pueblos dominen a otros con el argumento de que ciertas gentes carecen de la capacidad para manejar sus propios asuntos y necesitan de otras gentes, pretendidamente superiores, que les guíen navegando por los mares picados de la historia.Esa es precisamente la historia del coloniaje desde que el mundo es mundo: hay pueblos, se machaca, que necesitan de la "protección" y la "guía" de otros pueblos superiores, para poder sobrevivir.En su indispensable libro sobre este tema, "Los condenados de la tierra", el escritor Franz Fannon, nacido cuando la vecina isla de Martinica era una colonia francesa (hoy es un departamento, lo cual equivale a un estado en el sistema francés), dice: "La sociedad colonizada no es representada...

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