'Ser culto para ser libre'

Por Ana Teresa Toro

ana.toro@elnuevodia.com

"Mi madre la trajo cuando fue a bailar con Alicia Alonso al teatro de la Universidad de Puerto Rico", cuenta Víctor Gilí, hijo de una de las glorias del ballet cubano, la fenecida bailarina Josefina Méndez, y del galán de televisión Carlos Gilí.

En la Isla se pasea por la calle como un boricua más. Solo delata su origen su acento cubano, esa forma de hablar juguetona que hace que sus hablantes suenen como auténticos mascadores de palabras que más que hablar degustan verbos y adjetivos. Aquí pocos sabrán quién es, pero los principales escenarios del mundo lo han aplaudido y lo han reconocido como lo que es -aunque no lo admita-, una de las estrellas de la institución de danza más importante del Caribe, el Ballet Nacional de Cuba (BNC). Hace tres años vive en Puerto Rico, donde enseña en Ballet Concierto y trabaja con compañías como Andanza. Al mediodía y entre espejos y barras nos recibió antes de iniciar una de sus clases.

"Mi papá murió cuando yo tenía 11 años y mi mamá, hace cinco. De pequeño me la pasaba entre sets de películas, grabaciones y camerinos esperando a mi papá o a mi mamá. La nana que me crió, Myriam Winter, amaba el ballet y me llevaba al teatro a ver todas las funciones. Entonces, algo se me tenía que pegar", narra.

Así las cosas y de manera inesperada, un buen día terminó como parte del elenco de una función de 'Blancanieves y los siete enanitos'. "No sé cómo llegué ahí pero de repente era un enanito", recuerda acerca de esa primera aparición ante un público que se dio en el contexto de una serie de funciones infantiles que se hacían casi todos los domingos en su Isla.

Pero no era un niño de esos que descubren su vocación antes de que les cambie la voz. "Yo era un muchachito indisciplinado, gordito y me mantenía renuente por el machismo y todo eso", dice.

Su nana lo llevó a la Escuela de Ballet a los ocho años a hacer las pruebas de ingreso. "Mi mamá estaba de gira y cuando ella llegó ya yo estaba en la escuela", añade el hombre que recuerda cómo de niño "me la pasaba 'mataperrando' por ahí con un bate y una bola por los camerinos. Conocía a todos los técnicos, las acomodadoras". Las luces y los telones eran decir familia.

Aunque quería estudiar aviación, ganó el ballet. "Son ocho años los que se estudian y en los últimos tres recuerdo que mi grupo era bien maldito, sanos pero siempre metidos en algún brete", confiesa. "Entonces nos sancionaban todo el tiempo y nos quitaban de...

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