Danny Rivera, el cantor del pueblo

“Vengo del vientre de una señora que se llamaba Sabina Méndez García, del barrio El Duque de Naguabo, analfabeta y evangélica”, con esas palabras de orgullo y admiración comenzó a contar su historia el cantante Danny Rivera, invitado hoy de la serie de “De aquí vengo yo” que se puede acceder en www.elnuevodia.com.

Su madre fue quien lo condujo por el camino de la espiritualidad, que más adelante en su vida en esa búsqueda de la verdad, lo llevó a adentrarse en otras culturas milenarias.

“Ese vientre era el de una mujer exquisita que no sabía leer ni escribir, pero sabía retener todo en la memoria. Me llevaba a rastras, subiendo desde Santurce hasta la iglesia, ahí cerca del Fanguito (donde vivía la familia) para que la acompañara. Me decía ‘un niño no se gobierna’ y no protestaba más. Ella era bien evangélica y dogmática”.

Había algo de la iglesia que lo atraía fuertemente, la música.

“Me gustaba cuando llegaba porque ahí podía cantar los himnos y enseguida me conectaba. Cuando me desconectaba era cuando el ministro comenzaba a hablar, a decir ‘arrepiéntete pecador’ porque le cogía miedo… Iba a las escuelas bíblicas y como mi mamá no sabía leer y escribir se aprendía todo de memoria, parecía que había aprendido leyendo. Esa fue la época en que empecé a conocer al cantor que vive en mí”.

Su padre, Ismael Rivera, pintor de brocha gorda y poeta, supo que ese hijo sería cantante. “Mi papá decía que me ponía en la cuna y yo no lloraba, sino que hacia murmullos. Decía ‘parece que este muchacho va a ser cantante’, y fue premonitorio”.

Una de las voces nacionales más prestigiosas, Danny nació en la parada 23 del barrio santurcino El Fanguito, que ya no existe.

“Nos encontramos en la Placita Bolívar, venir aquí es hacer un viaje en la memoria. Era la plaza del barrio donde veníamos a compartir. Soy de aquí, de un barrio humilde del Santurce antiguo y que hoy está transformado”, dijo el artista a su llegada a ese sector donde creció. Y afirma que su infancia fue muy buena.

“No me puedo quejar. Aunque carecíamos de muchas cosas materiales porque éramos gente de barrio, de los arrabales, siempre hubo solidaridad. Las cosas que eran duras de pasar, de experimentar, no tenían tanta relevancia como la felicidad de poder vivir donde la gente todavía tenía cariño hacia los demás y nos mirábamos a los ojos al ayudarnos”, cuenta Rivera quien proviene de una familia de cinco hermanos.

“Éramos Rosa, Chafla, Rafi, Héctor, y yo, éramos felices y nos entrábamos a...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR