Para dar de qué hablar

Por Juanma Fernández-París

Especial El Nuevo Día

Algunos se cantarán de ofendidos sin ni si quiera ver el filme, lamentando la calidad del cine nacional y rogando que nadie encuentre el recibo de la taquilla que pagó por ver "The Hangover 2" el verano pasado o las películas de "Harold and Kumar" que tiene en su colección de dvd. El otro público, el que logró que "Qué despelote" y "Mi verano con Amanda 2" sobresalieran en la taquilla, ignorarán las limitaciones del filme para reírse un rato.

¿Cuál reacción es la correcta? Pues la contestación es más compleja de lo que aparenta, pero primero con lo más fácil de aclarar. De la misma forma que con "Jack and Jill" Adam Sandler no carga con la presión de ser un reflejo positivo de la cultura cinematográfica o de los valores morales de su país, esta producción del director y guionista Eduardo "Transfor" Ortiz no tiene por qué lidiar con esa tela de juicio. Y aún más, Ortiz ha hecho este largometraje en un lugar donde no existen los $ 250 millones que Sony Pictures despilfarró en la última película de Sandler.

Aún así, para estar completamente claros, decir que este filme está al mismo nivel que "Jack and Jill" no es un cumplido. La falta de presupuesto no justifica unas carencias técnicas que posee la película, algunas extremadamente básicas (sonido y edición tomando en consideración la continuidad de la dirección en pantalla). Sin embargo, en términos técnicos, el filme no es un afronte al arte de hacer cine como lo fue "Lavoe: The Untold Story" cuando finalmente llego a las salas. Aquí el verdadero asunto es cómo se trabaja el humor particular de la película.

La trama gira...

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