La debacle de Wilfredo Gómez

Por Jorge L. Pérez

jperez@elnuevodia.com

Y que si por si acaso ocurre una derrota... el ambiente se torna fúnebre, casi como si hubiese ocurrido una desgracia nacional.

En Puerto Rico, el equivalente más cercano de esto ocurrió tarde en la noche del 21 de agosto de 1981, el día en el que Wilfredo Gómez, un peleador al que muchos consideraban invencible, sufrió la primera derrota de su carrera.

Pero no se trató solo de que perdiera... sino de la forma y las circunstancias en que se produjo esa derrota, ocurrida en el Sports Pavilion del Caesars Palace de Las Vegas.

La pelea, bautizada 'La batalla de los pequeños gigantes' por la magia promocional del promotor Don King, era, por encima de todo, una guerra entre México y Puerto Rico, y se suponía que la isla saliera triunfante.

Para ese entonces, Gómez era considerado uno de los mejores peleadores del mundo, superado tan solo, en la mente del fanático promedio, por figuras como Sugar Ray Leonard o Thomas Hearns.

Y con razón de sobra: el boricua, de 24 años de edad, tenía un récord de 32-0-1 con 32 nocauts y había hecho defensas del cetro supergallo (122 libras) del Consejo Mundial de Boxeo (CMB).

En una de ellas se llevó por el medio a Carlos Zárate, el portentoso campeón peso gallo que había subido de peso para retar al boricua en 1978, y terminó recibiendo un nocaut memorable en cinco asaltos.

Por otro lado, Sánchez, de 22 años, era considerado un sólido campeón de las 126 libras, gracias a su récord de 40-1-1 con 30 nocauts, pero tres de sus cinco defensas titulares habían llegado a la distancia máxima, que era entonces de 15 asaltos, y a menudo había confrontado problemas para salir airoso.

Había incluso quien consideraba que el panameño Eusebio Pedroza, campeón de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), era la verdadera figura dominante de la categoría.

Por consiguiente, no fue de extrañar que las apuestas estuvieran 2 a 1 a favor del boricua, quien, según se recuerda, se pasó toda la etapa promocional previa al encuentro vaticinando no tan solo que vencería a Sánchez, sino que lo noquearía... y bastante temprano, por cierto.

Dos frases célebres escaparon de sus labios: en una de ellas, haciendo alarde de su singular valentía, afirmó: "De pie o muerto, pero nunca de rodillas".

En la otra, le recomendaba a Sánchez que se tomara una foto para tener evidencia de cómo él se veía antes de que él lo hiciera papilla sobre el ring. "Ni en tu casa te van a reconocer", le dijo.

Al mismo tiempo, Gómez...

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